El futuro de los mercados emergentes
El año pasado, el ambiente económico global cambió notable e inesperadamente. Bajaron los precios de la energía y los productos básicos. El crecimiento en China (que representa cerca del 40% del crecimiento mundial) cayó a su menor tasa desde 1996, a pesar de que su mercado de valores alcanzó cotas insosteniblemente altas. Estados Unidos y la Unión Europea elevaron sus sanciones económicas a Rusia en respuesta a sus incursiones militares en Ucrania, lo que pone de relieve los riesgos geopolíticos de invertir en el extranjero. Y ha habido grandes oscilaciones en los tipos de cambio, debido a modificaciones reales o esperadas (en el caso de la Reserva Federal) en las políticas monetarias.
Estos veloces cambios han dejado perplejos a los mercados globales y asustado a los inversionistas, reduciendo su apetito por el riesgo, y esa cautela se ha visto reflejada en los mercados emergentes. Los inversionistas se han sentado al margen, lo que se refleja en el estancamiento del índice MSCI, que sigue la rentabilidad de los valores de los mercados emergentes.
A lo largo del segundo semestre del año pasado, las 15 mayores economías emergentes sufrieron las mayores salidas de flujos de capitales desde la crisis financiera mundial de 2008. Además, las reservas totales en divisas extranjeras de los países emergentes bajaron por primera vez desde 1994, cuando comenzara el ascenso y acumulación que han caracterizado a la economía global en las últimas dos décadas.
Un factor importante tras los alicaídos rendimientos de las inversiones en los países emergentes es la expectativa de que la Fed comience más entrado el año a elevar las tasas de interés y normalizar su política monetaria. En un discurso reciente, la Presidenta de la Fed, Janet Yellen, confirmó que serían pasos “apropiados” si la economía sigue mejorando, señalando que “nos arriesgaríamos a sobrecalentar la economía si retrasamos la adopción de medidas de ajuste monetario hasta que el empleo y la inflación vuelvan a estar dentro de los objetivos propuestos”.
Las expectativas de un alza de las tasas han limitado los flujos a los mercados emergentes desde 2013, cuando la Fed provocó lo que se dio en llamar el “taper tantrum” con su anuncio de que era probable que fuera reduciendo su programa de compra de bonos. La alarma que causó enturbió los mercados financieros estadounidenses y pasó a tener efectos en el ámbito internacional. Las economías de los mercados emergentes sufrieron enormes presiones cuando los flujos entrantes de los fondos de inversión cayeron abruptamente, bajaron los precios de los activos y muchas monedas se devaluaron ante el dólar.
Afortunadamente lo peor del “taper tantrum” resultó ser temporal. Hubo una cierta recuperación de la entrada de flujos y la mayoría de las economías emergentes capearon las perturbaciones financieras en sus mercados de capitales. Sin embargo, la experiencia planteó interrogantes acerca de los efectos de futuras medidas de la Fed. Stanley Fischer, su vicepresidente, declaró hace poco que espera que las mayores tasas de interés que se esperan para más adelante este año “resulten ser manejables” para las economías de los mercados emergentes. Sin embargo, se corre el riesgo de que las repentinas y abruptas bajas en la entrada de flujos de capitales que puedan causar las medidas de la Fed agraven los retos que enfrentan incluso las economías que se encuentran en mejores condiciones (como es el caso de las asiáticas), si la debilitación de la demanda en sus mercados de exportaciones ralentiza el crecimiento.
La Fed ha hecho lo posible por ser muy clara acerca de las intenciones, estrategias y oportunidad de sus políticas, a fin de no pillar a los inversionistas por sorpresa. En los últimos años, los activos de las economías de los mercados emergentes (en especial las monedas) se han depreciado entre un 5 y un 50% frente al dólar, lo que refleja tanto los desequilibrios externos como las condiciones macroeconómicas más generales de cada país. Existe la opinión generalizada de que la mayoría de los mercados financieros emergentes ya han absorbido en sus precios los efectos de un aumento gradual de las tasas de interés, pero eso no significa que sean insignificantes para aquellos países que los inversionistas ya ven como riesgosos.
Los inversionistas se han vuelto más selectivos, además de cautelosos. Ha aumentado la brecha de rentabilidad entre los países emergentes y, dentro de ellos, entre sus propios sectores económicos. Los países con mayores riesgos de grandes salidas de capitales son aquellos que dependen de la financiación extranjera, los que tienen economías que dependen fuertemente de los productos básicos y aquellos en los que abunda la incertidumbre política.
Varios de los países con mejor rendimiento se sitúan en Asia, la única región donde un número de economías han crecido en 5% o más durante al menos cuatro décadas. El año pasado, el índice MSCI para Asia creció en un 10%, a pesar de haber caído en cerca de un 14% para los mercados emergentes y fronterizos y en un 21% para los mercados emergentes de América Latina. Y, de hecho, dos de las mayores economías emergentes de Asia dan razones para ser cautamente optimistas.
Es verdad que China no está libre de riesgos. En gran medida, la reciente racha alcista de su mercado de valores está divorciada de los fundamentales económicos e impulsada por adquisiciones especulativas y financiadas por deuda. Las perspectivas para las utilidades corporativas siguen siendo débiles, está aumentando la oferta de capital del país y las valoraciones lucen un tanto elevadas. Hasta un 10% del mercado de capitales chino se financia con crédito, proporción cinco veces mayor al promedio de las economías desarrolladas.
Sin embargo, el país tienen bastante margen de maniobra para adoptar medidas monetarias y fiscales que compensen las consecuencias adversas de su acumulación de deuda, el auge inmobiliario y su bolsa de valores irracionalmente exuberante, al tiempo que emprende reformas estructurales audaces en su economía y sus mercados de capitales. Puede que la tasa de crecimiento de China haya bajado de un promedio de tres décadas en torno al 10% a un 7%, la cota más baja en 25 años, pero eso se ha debido en gran parte a políticas que han apuntado a reducir la inversión fija y hacer avanzar la economía desde el sector manufacturero al de los servicios. El empleo sigue siendo sólido y la clase media está creciendo con rapidez.
Mientras tanto, en la India la implementación de los ambiciosos planes de reformas del Primer Ministro Narendra Modi ha sido más lenta de lo esperado. Pero la inflación es baja, la situación fiscal ha mejorado y la economía se ha beneficiado de la baja de los precios del petróleo y los productos básicos. Parece factible alcanzar un crecimiento del 6 al 7%, y Modi mantiene su popularidad como líder reformista cuyas políticas concitan el apoyo de los inversionistas locales.
A medida que los inversionistas globales naveguen en los próximos años por las inciertas aguas de los mercados emergentes, vale la pena que no pierdan de vista que para estas economías la ola de la industrialización y modernización está lejos de haberse agotado. Gracias al ritmo de crecimiento de su demografía y su productividad, en los próximos tiempos disfrutarán de una ventaja por sobre los países desarrollados en términos de crecimiento.
Con la colaboración de Project Syndicate Forbes Sintetia
Autor: Laura Tyson es ex directora del consejo económico del presidente de los EEUU.
REUTERS/ Tyrone Siu
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