Los BRICS detienen su auge

Hace algunos años, expertos y responsables del diseño de políticas pronosticaban que los BRICS –Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica– serían los nuevos motores del crecimiento global. Una extrapolación de un rápido crecimiento económico condujo a muchos a imaginar un futuro de mayor prosperidad para estas economías –y en consecuencia para el resto del mundo.

Sin embargo, ahora el entusiasmo ha bajado. Las economías de Brasil y Rusia se están contrayendo, mientras que las de China y Sudáfrica han ralentizado sustancialmente. Solo la tasa de crecimiento de India se ha mantenido alta y ahora supera ligeramente a la de China. ¿Los BRICS cumplirán sus primeras promesas? ¿O es inevitable que los problemas persistan?

Dado que las economías de bajos ingresos a menudo no disponen de suficiente capital fijo (computadoras, fábricas, infraestructura) ni capital humano (educación y capacitación) por trabajador, suelen ofrecer potencial de rendimientos más alto a las inversiones de capital. Esto significa que pueden tener un crecimiento más rápido que las economías más prosperas, hasta que su ingreso per cápita se nivela.

Si bien China, India y Brasil siguen teniendo poblaciones rurales muy grandes, han podido avanzar mucho en la reducción de la pobreza y esto ha ayudado a que cientos de millones de personas (la proporción más grande es en China) en décadas recientes escaparan de la pobreza. Asimismo, las clases medias de estos países están prosperando rápidamente.

El progreso acelerado de las economías emergentes ha contribuido al pesimismo económico en Europa y Norteamérica. Después de todo, el PIB combinado de las economías en desarrollo ahora supera el de las economías avanzadas –situación que habría sido inimaginable hace una generación.

Además, los cientos de millones de personas que conforman la mano de obra barata, que se unieron a la fuerza laboral mundial cuando China, India y Europa Oriental abrieron sus economías, siguen presionando los salarios de todos salvo los de los trabajadores con conocimientos más especializados en las economías más avanzadas. Como señaló en 1948 el economista galardonado con el Premio Nobel Paul Samuelson el comercio internacional conduce a una nivelación de precios de los factores, entre ellos los salarios –ajustados de acuerdo al nivel de especialización– se equilibran en todos los países.

No obstante, para los BRICS mantener un crecimiento rápido puede volverse más difícil. La experiencia muestra que hay un punto – generalmente cuando los niveles de ingreso per cápitallegan a entre 15,000 y 20,000 dólares (aproximadamente una tercera parte del nivel de los Estados Unidos) – en el que el crecimiento tiende a perder velocidad. En décadas recientes solo unas cuantas economías – entre las que destacan Corea del Sur, Taiwán y Singapur – han logrado escapar a la llamada  “trampa del ingreso medio” y seguir aumentando su prosperidad.

Además de los problemas que tienen casi todas las economías en desarrollo – por ejemplo, instituciones débiles y mala gobernanza – cada uno de los BRICS se enfrenta a un conjunto particular de desafíos. Por ejemplo, Brasil debe luchar contra una recesión, precios bajos del petróleo y un escándalo de corrupción sin precedentes en Petrobras, la compañía petrolera del Estado. Ante esto, un comercio más libre, con los países del TLCAN (Canadá, Estados Unidos y México) por ejemplo, y condiciones más favorables para la inversión extranjera, particularmente en el sector energético, deberían estar en los primeros lugares de la agenda de la presidenta Dilma Rouseff.

Rusia, también está resintiendo la presión de la caída de los precios del petróleo, tanto en su presupuesto corriente como en términos de su capacidad para aumentar el desarrollo del sector energético. Las sanciones económicas impuestas por Estados Unidos y Europa en respuesta a las políticas agresivas del presidente Vladimir Putin contra los vecinos inmediatos de Rusia complican los desafíos. Por último, Rusia tiene un gran problema demográfico que se caracteriza por una disminución de la población, expectativas de vida muy inferiores a las del promedio de los países avanzados y una creciente fuga de cerebros.

La India, al menos por el momento, tiene las mejores condiciones económicas a corto plazo. La inflación, que hasta hace poco amenazaba la economía, ha disminuido bajo la dirección del gobernador del Banco de la Reserva de la India, Raghuram Rajan. Además, se proyecta un crecimiento del 7.5% para este año. No obstante, la posición fiscal de la India sigue siendo difícil y la población del país, que pronto será mayor que la de China, sigue siendo principalmente rural y pobre.

A pesar de los desafíos urgentes, el primer ministro Narendra Modi no se ha apresurado a aplicar las reformas económicas prometidas. En efecto, aunque ha llevado a cabo algunas mejoras menores de reglamentación, privatización y transferencias en efectivo a los pobres, no se han emprendido reformas más firmes en materia agraria y del mercado laboral.

Por su parte, China está intentando realizar un difícil reequilibrio económico, para pasar de un modelo impulsado por las exportaciones a uno basado en el consumo. El presidente Xi Jinping está apostando a que una creciente clase media demandará suficientes bienes manufacturados para impedir que el inmenso exceso de capacidad de la economía en industrias básicas provoque un desempleo generalizado.

El consumo de las familias chinas, inferior a 40% del PIB –en comparación con al menos 60% del PIB en las economías avanzadas– tiene sin duda margen de crecimiento. Sin embargo, la economía china sigue propensa a riesgos significativos. Como sucedió con Japón hace algunas décadas, China está empezando a encarar la competencia barata, como la de Vietnam; su mercado de valores es poco sólido; y el programa contra la corrupción de Xi si bien popular entre los ciudadanos, ha conducido a una incertidumbre generalizada en cuanto a las “reglas del juego”.

Por último, los problemas de Sudáfrica reflejan una pérdida de confianza en el gobierno, la corrupción endémica, la falta de infraestructura y un mercado laboral e inversión extranjera limitados. Asimismo, en lo que se refiere al tema de reformas, el presidente Jacob Zuma no va en la dirección correcta.

Los BRICS son –y siempre han sido– objeto de las mismas fuerzas al igual que las otras economías. Sin embargo, aunque su dependencia de las fuerzas del mercado ha aumentado, sus gobiernos continúan dictando demasiadas decisiones económicas importantes, aumentar el riesgo de desequilibrios o crisis. Su capacidad para desarrollar instituciones que respalden una mayor libertad económica, que dependa más de la competencia del mercado y menos del gobierno, será probablemente el principal elemento de su éxito de largo plazo.

 

 

Con la colaboración de Project Syndicate

Autor: Michael J. Boskin es profesor de Economía en la Universidad de Stanford

REUTERS/  Ueslei Marcelino

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