Sólo se crece dentro de una política fiscal estable
Es fácil imaginarse una economía en la que la inestabilidad, el estancamiento y déficits públicos galopantes convergen para crear una tormenta perfecta. Sin embargo, en la actualidad la contracara simple de esa imagen —es decir, estabilidad, crecimiento y equilibrio presupuestario—resulta extraña para muchos. Y con la política monetaria aparentemente en estado de agotamiento, hay quienes se preguntan si a lo mejor valdría la pena sacrificar la salud fiscal por el crecimiento a corto plazo.
En todo debate económico, analizar los datos es siempre un buen punto de partida, y eso es lo que hace precisamente la edición más reciente del Monitor Fiscal. El mensaje es claro: los gobiernos pueden usar la política fiscal para reducir la volatilidad del producto, y eso potencia el crecimiento a mediano plazo. En esencia esto significa que el gobierno tiene que ahorrar en los tiempos de vacas gordas de manera que pueda usar el presupuesto para estabilizar el producto en los tiempos de vacas flacas. En las economías avanzadas, la adopción de políticas fiscales más estabilizadoras podría reducir la volatilidad del producto en alrededor de un 15%, con un aumento del crecimiento de aproximadamente 0,3 puntos porcentuales anuales.
Claro que para usar el presupuesto para estabilizar el producto se necesitan cuentas públicas saludables, capaces de absorber golpes duros durante las tormentas fuertes. Y cuando vuelva a salir el sol, las autoridades han de ser lo bastante prudentes como para sanear las finanzas públicas a fin de estar preparadas para tormentas futuras. Así es como se conjugan la estabilidad, el crecimiento y la sostenibilidad.
¿Cómo la política fiscal estabiliza el producto?
La política fiscal tiene un efecto estabilizador en una economía si el equilibrio presupuestario —la diferencia entre el gasto y el ingreso— aumenta y disminuye junto con las fluctuaciones del producto. Por ejemplo, si el producto se contrae de repente, las autoridades pueden dejar que la recaudación tributaria caiga junto con el ingreso (o incluso pueden recortar deliberadamente las tasas impositivas) y permitir que las prestaciones por desempleo aumenten junto con el número de desempleados. Esto preserva el ingreso y el poder adquisitivo de las personas, y apoya la demanda. Las autoridades también pueden elevar la demanda directamente mediante aumentos deliberados del gasto. De cualquier forma, un mayor déficit (o un menor superávit) sirve para amortiguar el impacto en el producto.
La respuesta del saldo presupuestario público a la actividad económica es sin duda la clave para comprender cómo la política fiscal contribuye a la estabilidad del producto. Para evaluar la estabilización fiscal general, nuestro estudio midió el impacto que puede tener una variación del producto de 1 punto porcentual en el saldo presupuestario (en porcentaje del PIB). Por ejemplo, un coeficiente igual a 1 significa que la respuesta fiscal es exactamente de la misma magnitud que el shock inicial. El gráfico 1 muestra que estos denominados “coeficientes de estabilización fiscal” pueden ser de gran magnitud, sobre todo en las economías avanzadas. Sin embargo, en las economías de mercados emergentes y en desarrollo la estabilización suele ser más moderada y menos frecuente, aunque algunas de estas economías presentan coeficientes importantes.
La reducción general de la volatilidad del producto debida a la estabilización fiscal es evidente en las correlaciones multinacionales simples entre volatilidad y los coeficientes de estabilización (véase el gráfico 2), que son claramente negativos. El análisis presentado en el informe Monitor Fiscal también indica que un entorno macroeconómico más estable propiciado por la estabilización fiscal tiene efectos positivos en el crecimiento a mediano plazo. Una explicación razonable es que la menor incertidumbre tiende a promover la inversión en todas sus formas, es decir, en activos físicos, humanos y sociales.
Adaptar la política fiscal
En la práctica, parece imposible lograr una continua adaptación de la política fiscal a las variaciones del producto, ya que esto parece exigir respuestas concretas a una larga lista de preguntas sobre “cómo” hacer una cosa u otra: ¿Cómo medir el estado de la economía en tiempo real? ¿Cómo formular respuestas adecuadas en materia de política? ¿Cómo garantizar la aprobación política? ¿Cómo llevar a cabo la adaptación de manera oportuna?
En la realidad esto no es tan complicado, gracias a los estabilizadores automáticos, que comprenden pagos de impuestos que fluctúan al unísono con el ingreso y el gasto, y transferencias sociales, como prestaciones por desempleo, que estimulan automáticamente la demanda agregada durante las desaceleraciones y la moderan durante las fases ascendentes del ciclo. Gracias a que funcionan en tiempo real, es decir, sin rezagos en la decisión o la implementación, estos mecanismos son una forma muy eficaz de lograr que la política fiscal tenga efectos estabilizadores.
No obstante, las medidas fiscales a menudo terminan socavando el efecto de los estabilizadores automáticos. El principal culpable de este fenómeno es una tendencia generalizada a gastar los ingresos extraordinarios durante los períodos de prosperidad. Esto es perjudicial no solo para la estabilidad del producto sino también para la deuda pública. La información en el gráfico 3 es patente. Las simulaciones primero describen una trayectoria estable de la deuda pública a lo largo del tiempo, que refleja una “estabilización simétrica” porque las reducciones del déficit durante los períodos de prosperidad compensan plenamente los aumentos del déficit durante las malas épocas. La deuda también entra en una trayectoria ascendente si se gasta solo la mitad del aumento de los ingresos (debido a un crecimiento superior el promedio) y se deja que los déficits absorban todo el impacto de la desaceleración.
Estabilidad para crecer
Las implicaciones para las políticas son claras: la estabilidad, el crecimiento y la sostenibilidad de la deuda mejorarían mucho si se evitaran las medidas que desestabilizan el producto, como los aumentos del gasto durante las épocas prósperas. Un marco fiscal bien concebido puede propiciar un tipo adecuado de políticas (véase el blog reciente de Vitor Gaspar, Richard Hughes y Laura Jaramillo sobre cómo controlar las finanzas públicas, Dams and Dikes for Public Finances). Los países también podrían reforzar los estabilizadores automáticos, pero no a través de aumentos excesivos de impuestos y de programas de transferencias sociales, lo cual puede tener efectos secundarios perjudiciales en el crecimiento y el empleo. En el informe Monitor Fiscal se examinan las opciones para afianzar los estabilizadores y al mismo tiempo evitar estos errores. Un buen punto de partida sería impedir que ciertas deducciones impositivas aumenten durante los auges y disminuyan durante las recesiones.
Con la colaboración de Diálogo a Fondo.
Autor: Xavier Debrun es Subjefe de la División de Política y Supervisión Fiscal en el Departamento de Finanzas Públicas del Fondo Monetario Internacional.
REUTERS/Giorgio Perottino
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