Cómo desaparecer de Internet

Noah Brier
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El auge de las redes sociales y de los medios digitales en general ha generado un sinnúmero de inquietudes acerca de la manera en la que las personas usuarias entienden su funcionamiento. En el centro de estas inquietudes se encuentra la cuestión de la permanencia, o la falta, de la información en línea. Debido a que las redes sociales son tan, digamos, sociales, ésta es una cuestión particularmente importante, ya que la información que vive en las plataformas sociales tiende a ser de una índole más bien personal, tendencia que ha aumentado conforme los teléfonos móviles se vuelven el medio primordial por el cual las personas comparten información en estos canales.

Durante el último año, esta conversación ha explotado gracias a un número de aplicaciones “efímeras” como Snapchat. Estas aplicaciones sociales les permiten a los usuarios compartir un contenido que desaparece después de ser visto. Su éxito ha sido documentado como respuesta a la preferencia de las redes sociales por hacerlo todo público y persistente. Dicho de otra forma, cuando uno/a se suscribe a casi todas las plataformas sociales, su información estará a la disposición de todo mundo y por siempre (la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos tiene un archivo de todos los tuits públicos desde que apareció Twitter).

Claro, esto no siempre encaja con las expectativas de las personas que hacen uso de dichas plataformas. Para ellos, “social” significa precisamente eso, social, no público. El gurú en seguridad, Bruce Schneier, llama a esto “el fin de la prehistoria”. La permanencia, explica Schneier, es algo automático, y olvidar es algo activo. En un blog reciente, Schneier ahondó en estas ideas: “Estas aplicaciones efímeras son el primer esfuerzo coordinado en contra de la permanencia de las conversaciones en internet. Comenzamos a perder nuestras conversaciones efímeras cuando las computadoras comenzaron a mediar nuestras conversaciones. Las computadoras naturalmente producen registros de las conversaciones, y a menudo esa información se salvaba y se archivaba”.

Por supuesto que ésta no es una conducta natural para el humano. En términos históricos, la escritura es una invención relativamente nueva, y las conversaciones grabadas en voz y video son aún más nuevas. A pesar de que las redes sociales no inventaron la grabación de nuestras conversaciones, las han vuelto más globales y constantes, y con eso surge un número de preguntas e inquietudes de las que debemos hablar. La primera en la lista es la educación: ¿Cómo nos aseguramos de que todas las personas que están usando las plataformas tengan una idea clara de lo público y permanente de su información? No es que lo público y permanente sea algo malo en sí: se trata de comprender las implicaciones de esto.

Mientras que algunas personas consideran las implicaciones para los estudiantes universitarios, que parecen ser el primer grupo que nos viene a la mente cuando pensamos en la compartición de conducta potencialmente dañina, lo contrario también es verdad. Para estos/as mismos/as estudiantes, las plataformas les ofrecen una oportunidad de conectarse con tipos de información y personas completamente nuevos que pueden expandir sus horizontes o crear un perfil que exprese su punto de vista o su manera de pensar, lo cual podría beneficiarles en un futuro empleo.

A final de cuentas, comprender la permanencia, o su falta, es un gran reto una vez que cualquier tipo de comunicación ha entrado a Internet. Por un lado, existen los servicios que aseguran ser efímeros, pero que en realidad almacenan el contenido mucho más tiempo del necesario para que otro usuario pueda verlo. Por otro lado, tenemos un fenómeno en el que la información que no puede encontrarse usando los motores de búsqueda más populares ha prácticamente desaparecido. Lo cual significa que, si las personas, los gobiernos o las organizaciones pueden encontrar maneras eficaces de borrar los resultados de búsquedas, pueden también hacer que un registro permanente se vuelva temporal. En esencia, esto nos deja ante un dilema en el que las cosas no son ni tan permanentes ni tan temporales como se nos ha hecho creer.

Autor: Noah Brier es director ejecutivo de Percolate.

 

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