La mortalidad infantil ha llegado a su mínimo histórico, pero aún queda mucho por hacer

El número de niños menores de cinco años fallecidos ha alcanzado la tasa más baja jamás registrada.

Millones de niños menos que hace unas décadas mueren antes de cumplir los cinco años. En el periodo comprendido entre 2000 y 2022, la tasa de mortalidad de menores de cinco años se ha reducido en más de la mitad. Y en varios países de renta baja y media-baja, las tasas de supervivencia están superando esta tendencia.

El número de muertes de menores de cinco años se redujo a 4,9 millones en 2022, es decir, 1 de cada 27 niños nacidos, según cifras de Unicef. En 1990, esa cifra era de 1 de cada 11. Pero aunque se trata sin duda de un progreso, sigue equivaliendo a unas 13 400 muertes de niños cada día en 2022, lo que pone de manifiesto las persistentes amenazas para la salud a las que se enfrentan las poblaciones en todo el mundo, especialmente los niños marginados.

Casi la mitad de las muertes de menores de cinco años en 2022 se produjeron entre los niños más pequeños, los menores de un mes. También se produjeron millones de mortinatos, muertes que, según Unicef, los responsables políticos suelen pasar por alto tanto en la recopilación de datos como en los programas puestos en marcha.

Además de estas muertes, en 2022 fallecieron 2,1 millones de niños y adolescentes de entre 5 y 24 años.

Aunque las tasas de mortalidad infantil están disminuyendo en su conjunto, sigue habiendo desigualdades enormes y arraigadas que afectan a las tasas de supervivencia. Los niños nacidos en los hogares más pobres o en zonas frágiles o afectadas por conflictos tienen muchas menos probabilidades de sobrevivir más allá de los cinco años. Un niño nacido en el África subsahariana tiene 18 veces más probabilidades de morir antes de cumplir los cinco años que uno nacido en Australia o Nueva Zelanda, por ejemplo.

Las enfermedades infecciosas, como la neumonía, la diarrea y la malaria, siguen siendo una de las principales causas de muerte en niños pequeños, junto con los partos prematuros y las complicaciones en el parto. Muchas de estas enfermedades se pueden prevenir y tratar.

Unicef atribuye los avances en la reducción de la mortalidad infantil a un compromiso sostenido de gobiernos, organizaciones, comunidades, profesionales sanitarios y familias. Pero en los últimos años los avances se han estancado.

Entre 2015 y 2022, en el marco de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas, la mortalidad infantil se redujo un 2,1%. Entre 2000 y 2015, durante el periodo de los Objetivos de Desarrollo del Milenio, la mortalidad de menores de cinco años se redujo un 3,8%.

A menos que se tomen medidas urgentes, según Unicef, muchos países de ingresos bajos y medios-bajos no alcanzarán las metas de los ODS sobre mortalidad infantil y en la niñez. Y otros 35 millones de niños menores de cinco años morirán de aquí a 2030.

Esto no quiere decir que no sea posible avanzar: varios países de renta baja y media-baja han conseguido reducir significativamente la mortalidad infantil invirtiendo en salud materna, neonatal e infantil.

También hay algunas intervenciones de alto impacto a las que se puede dar prioridad: la presencia de personal cualificado en los partos, la atención prenatal y postnatal, la mejora del diagnóstico y el tratamiento de las enfermedades infantiles y las vacunaciones, por ejemplo.

Los esfuerzos para reducir la desnutrición también tienen un impacto significativo, junto con el agua potable y el saneamiento.

Pero la irregularidad de la atención sanitaria puede impedir que estas intervenciones lleguen a todos. Además, la pandemia afectó a muchos programas sanitarios, incluidas las vacunas infantiles, por ejemplo, y sus efectos aún se dejan sentir en los sistemas sanitarios de todo el mundo.

El informe Perspectivas Estratégicas de la Salud y la Asistencia Sanitaria Globales, del Foro Económico Mundial, expone una estrategia para construir un sistema sanitario moderno y adaptado a las necesidades, extrayendo lecciones de la pandemia.

Unicef también destaca la importancia de los datos para comprender la mortalidad infantil, ya que nos ayudan a identificar las tendencias y las causas profundas de la muerte. Desafortunadamente, la recopilación de datos a menudo se queda corta, sobre todo en las zonas donde los niños son más vulnerables, como las regiones frágiles o en conflicto.

En última instancia, los conocimientos necesarios para reducir drásticamente las muertes infantiles ya existen. Además, sabemos cuáles son las intervenciones más eficaces. La solución está en garantizar que lleguen a todos los niños, dondequiera que nazcan.