COVID-19

El FMI prevé que la deuda pública española escalará hasta el 115% del PIB en 2021, el máximo desde 1902

Un guante desechado se ve en una calle en medio de la propagación de la enfermedad coronavirus (COVID-19), en Barcelona, España, el 15 de abril de 2020.

Un guante desechado se ve en una calle en medio de la propagación de la enfermedad coronavirus (COVID-19), en Barcelona, España, el 15 de abril de 2020. Image: REUTERS/Nacho Doce - RC285G9VBQ9I

Ignacio Fariza
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  • El Fondo proyecta un déficit del 9,5% en 2020 y del 6,7% en 2021. Llama a las economías avanzadas a utilizar la política fiscal para contener una crisis sin parangón y asegurar así la futura recuperación

La economía española enfrentará en 2020 su peor año en casi un siglo y las finanzas públicas, junto con el empleo, se llevarán la peor parte. El déficit (la diferencia entre gastos e ingresos del fisco) se disparará hasta el 9,5% del PIB y arrastrará a la deuda hasta el 113,4%, según la proyección publicada este miércoles por el Fondo Monetario Internacional (FMI). En 2021, con el crecimiento de vuelta y la recuperación en marcha —el propio Fondo prevé que la actividad vuelva a la vida, con un rebote que en el caso español será del 4,3%—, el Estado tendrá que seguir poniendo de su parte para suturar las muchas heridas sociales que dejará tras de sí la crisis sanitaria y económica, y asentar las bases para que el crecimiento no sea solo flor de un día: el desequilibrio en las cuentas públicas se situará en el 6,7%, tras 14 ejercicios consecutivos de déficit, y la deuda pública escalará hasta el 114,6%, una cifra inédita desde 1902. Con el brutal golpe del coronavirus España inaugurará, como ya hicieron Japón, Estados Unidos, Italia, Portugal o Grecia hace ya demasiados años, un ciclo en la que una deuda pública de triple dígito será el nuevo normal.

La última vez que la deuda pública superó la barrera del 114%, en aquel lejano 1902, España era otro país: uno mucho más pobre, más desigual y más endeudado. “Hay grandes diferencias entre ahora y entonces, pero la coyuntura es parecida. No salimos de una guerra, con la destrucción de capital humano y físico que conlleva, pero sí estamos ante un parón económico súbito”, apunta Francisco Comín, catedrático de Historia e Instituciones Económicas de la Universidad de Alcalá de Henares. Entonces el erario arrastraba una gran carga tras tres conflictos bélicos. Hoy el coronavirus, un patógeno que irrumpió hace menos de cuatro meses en China y que hoy amenaza la salud y la economía de prácticamente todos los rincones del mundo, obliga a echar la vista más de un siglo atrás para dar con el precedente de una carga comparable: entre medias, una Guerra Civil, dos guerras mundiales y varias crisis financieras, una de ellas —la global— de caballo.

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El aumento del déficit público —y, por tanto, de las obligaciones fiscales— vendrá por los tres flancos posibles: el PIB sufrirá un enorme tajo, pronto sabremos si el mayor desde el primer año de la Guerra Civil (1936) o si desde el inicio de la autarquía (1945); los ingresos se hundirán por la menor actividad económica, con la experiencia histórica, como recuerda el Fondo, apuntando a una caída incluso mayor que la del propio PIB; y los gastos se dispararán en un momento en el que los Estados, especialmente los occidentales, han quedado como único freno para evitar un derrumbe completo de la economía. En España la recaudación pasará del 39,3% del PIB de 2019 —todavía muy por debajo de la media de la eurozona— al 36,8% este año, para volver a subir de nuevo hasta el 37,5% en 2021. En paralelo, las salidas de caja subirán: del 41,9% del ejercicio pasado se elevarán hasta el 46,3% para, en 2021, caer ligeramente hasta el 44,2% del PIB.

Esta crisis, subrayan este miércoles los técnicos del FMI, “es como ninguna otra”. Si en anteriores choques económicos, con la Gran Recesión aún en la retina, el objetivo era estimular la demanda —lo que dicta el manual keynesiano de política contracíclica—, ahora la prioridad es “aumentar los recursos sanitarios y ofrecer salvavidas a las personas y a las compañías”. Tratar, en definitiva, de preservar al máximo las constantes vitales de la economía, tratando de evitar daños mayores en la sala de máquinas y la destrucción de capital humano y empresarial. El margen de acción es, también, menor que en anteriores ocasiones. España llegó a la crisis financiera global con los pasivos del sector público por debajo del 40% —y con los privados por las nubes, en pleno boom inmobiliario— y llega a la del coronavirus con las arcas mucho más vacías y con una deuda casi 60 puntos superior a la de una década atrás.

“Los altos niveles endeudamiento y los crecientes costes del servicio de la deuda hacen más difíciles llevar a cabo políticas contracíclicas", reconocen los técnicos del Fondo. Pero, como enseñó la Gran Crisis —una lección que el BCE parece haber aprendido a base de bien: ¿a qué coste se estarían financiando los países del sur de la zona euro sin su apoyo?—, no es momento de escatimar esfuerzos. Ni en esta primera fase, de freno sanitario de la pandemia, de políticas encaminadas a la supervivencia económica empresas, de apoyo a los sectores más golpeados y, en fin, de contención de daños, ni cuando llegue la hora de sacar toda la artillería fiscal para reactivar la actividad. Hasta hoy, los países del G20 ya han puesto encima de la mesa medidas de apoyo equivalentes al 3,5% del PIB, más que la suma de todos los paquetes fiscales aplicados para aliviar la Gran Recesión. A escala global, y si se tienen en cuenta también los avales a empresas, esa cifra sube hasta la décima parte del producto total.

Pero esto es solo el aperitivo de lo que está por venir en los próximos tiempos, en los que la deuda romperá techos históricos en un buen número de países. “La pandemia ha elevado la necesidad de una acción de política fiscal hasta niveles sin precedentes", sentencian los economistas del multilateral en su monitor fiscal. "Y a medida que el virus se frene y la gente vuelva al trabajo, un paquete fiscal amplio será más efectivo. Dependiendo del acceso al mercado y del espacio fiscal disponible, eso facilitará la recuperación”. Como recuerda Barry Eichengreen, profesor de Berkeley, “en cuanto sea posible volver a producir de nuevo, la economía necesitará de una nueva ronda de apoyos, de nuevos estímulos. Afortunadamente, las economías avanzadas lo pueden afrontar, con los tipos de interés en mínimos”.

EE UU, con un 15,4%, lidera el déficit público de los países ricos

Este “aquí estoy yo” de los Estados no se circunscribirá, ni mucho menos a España, a Italia y al resto de la Unión Europea. Ni siquiera a EE UU y el bloque occidental —donde con todo, el esfuerzo fiscal será mayor por una combinación de necesidad y mayor margen de maniobra—: tendrá, necesariamente, un enorme coste para las finanzas públicas de todas las naciones golpeadas directa o indirectamente por la epidemia. Y eso, como subrayaba el martes la economista jefa del organismo con sede en Washington, Gita Gopinath, es prácticamente lo mismo que decir todo el mundo.

El déficit fiscal mundial rozará el 10% en 2020, presionado al alza por las economías avanzadas (donde alcanzará el 10,7%, llevando la deuda pública a superar el 120% del PIB) pero con una contribución también importante del bloque emergente, donde el desequilibrio en las cuentas públicas repuntará hasta el 9,1%. China, el país donde irrumpió el virus y que ha sufrido un primer trimestre para olvidar tanto en lo sanitario como en lo económico, incurrirá en un déficit del 11,2%, según el FMI. Y Arabia Saudí, donde a la pandemia global se suma la crisis petrolera, se irá a un histórico 12,6%. Pero en Occidente la palma se la lleva, por mucho, EE UU, donde los ingentes programas fiscales aprobados por la Casa Blanca en las últimas semanas llevarán el desbalance de las cuentas públicas hasta el 15,4% en 2020 —con la deuda pública cabalgando ya por encima del 130% del PIB— y hasta el 8,6% en 2021.

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“En tiempos de pandemia, la política fiscal es clave para salvar vidas y proteger a las personas”, cierran Vitor Gaspar, director del Departamento de Finanzas Públicas del Fondo, y dos economistas sénior del organismo multilateral, W. Raphael Lam y Mehdi Raissi. “En una emergencia [como esta], la obligación de los Estados es hacer todo lo necesario. Pero asegurándose de guardar los recibos”. El bazuca ya está en marcha.

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