Jobs and the Future of Work

¿Qué pasará cuando tu jefe sea un robot?

People look at a RoboThespian humanoid robot at the Tami Intelligence Technology stall at the WRC 2016 World Robot Conference in Beijing, China, October 21, 2016. REUTERS/Thomas Peter - RTX2PTOU

Image: REUTERS/Thomas Peter

Javier del Castillo
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Parece ciencia ficción, pero no lo es. En un futuro cercano, tendremos jefes robots en talleres y fábricas, encargados de dar órdenes y de supervisar nuestro trabajo. Algunos expertos en inteligencia artificial hablan ya de que en 2018 el trabajo de tres millones de personas será supervisado por androides.

Buenos días, señor robot”. Este podría ser – tiempo al tiempo – el saludo matinal del empleado, todavía ojeroso, al incorporarse a primera hora de la mañana a su puesto de trabajo. Así de escueto, sin entrar en más detalles, pues tampoco tendría ningún sentido preguntarle a continuación a tu jefe “robotizado” qué tal ha dormido o cómo se encuentra la familia.

Tampoco será fácil convencer a este “nuevo” jefe de las razones por las que uno considera justificada la petición de un aumento de sueldo o la conveniencia de realizar otras tareas y cometidos dentro de la empresa. Al jefe robot no le puedes ir con este tipo de propuestas y peticiones. Ni las entendería, ni sabría encontrarles la respuesta adecuada. De nada servirátampoco hacerle la pelota o intentar caerle simpático, ya que su mecanismo de actuación no se activa con el corazón, sino con la cabeza.

Estar a las órdenes de un jefe robot ofrece, a cambio, algunas ventajas. Por ejemplo, no tener que discutir con él de fútbol, de política o de si el aire acondicionado debe de estar mejor regulado. Por otra parte, el nuevo gerente o encargado jamás va a mostrar síntomas de cansancio, ni llegará cabreado al trabajo por haber pasado una mala noche, por haber discutido con su pareja o simplemente por haber pillado un maldito atasco mientras se dirigía al centro de trabajo. El estrés y la ansiedad no están contemplados en su naturaleza de autómata.

Inducidos quizás por sus malas experiencias laborales, un 32% de los ciudadanos estadounidense manifestaba en una encuesta reciente que prefería de jefe a un robot, antes que a un humano. Una de las razones que esgrimían en este estudio los partidarios de trabajar a las órdenes de dirigentes mecánicos era precisamente la imposibilidad de que puedan adoptar decisiones condicionadas por la subjetividad. “En determinadas actividades manuales – señala uno de los encuestados – es preferible hacerle caso a un robot”.

Una mayor objetividad y confianza son los dos elementos sobre los que se hace especial hincapié cuando se abre este debate. Es posible que la primera no admita discusión cuando el jefe es una máquina, pero cuesta mucho más creer que puedas confiar más en un jefe robot, sin sentimientos, que en un jefe humano, con sus problemas, limitaciones y decisiones equivocadas, pero que comprende tus debilidades.

El robot no experimenta cambios de humor, ni asiste a cursos de formación o liderazgo para ejercer mejor sus funciones. Tampoco sufre de estrés o ansiedad, pero tiene otras limitaciones: es imposible poder discutir con él o quedar después de la jornada laboral a tomar unas cañas. Aunque la robótica nos sorprenda cada día con increíbles novedades, por el momento será difícil que el jefe robot pueda sustituir al jefe humano. ¿Cómo va a diagnosticar un problema o encontrar soluciones a cuestiones que son exclusivas de la propia condición humana?

Un robot puede conducir un coche, pero difícilmente podrá conducir a un grupo humano. Y menos, sin la colaboración y ayuda de otro jefe de carne y hueso, aunque sea algo dictador e inhumano.

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