¿Qué es el pleno empleo?

En un sentido importante, hoy en la economía estadounidense hay pleno empleo. El mercado laboral está relativamente ajustado, lo que provoca un aumento acelerado de los salarios, porque los empleadores deben pagar más para atraer y conservar empleados. Esto trae consecuencias importantes para las autoridades (y no sólo las de la Reserva Federal).

Basta pensar que la ganancia media por hora en mayo de este año fue 2,3% mayor que en idéntico período de 2014, pero en lo que va del año subió un 3,3%, y sólo en mayo aumentó a un ritmo del 3,8%: una clara señal de pleno empleo. La aceleración empezó en 2013, cuando el mercado laboral comenzó a ajustarse. La remuneración media por hora aumentó sólo 1,1% entre 2012 y 2013, pero 2,6% entre 2013 y 2014, y 3,3% en el primer trimestre de 2015.

Los aumentos salariales se trasladarán pronto a la inflación. Por ahora al vínculo entre ambas cosas lo contrarrestan el abaratamiento abrupto del petróleo y la gasolina respecto de un año atrás y el fortalecimiento del dólar respecto de otras monedas. Pero en cuanto el impacto de estos factores sobre el nivel general de precios disminuya, la inflación se acelerará.

El ritmo de aumento salarial implica que la economía llegó a un punto en que incrementar la demanda mediante flexibilización monetaria o una política fiscal expansiva no va a generar un aumento sostenido de la producción y el empleo, sino que irá directo a un aumento de salarios y precios.

Claro que según otras definiciones, Estados Unidos no está en el nivel de pleno empleo, porque hay 8,7 millones de personas (aproximadamente 6% de las empleadas) buscando trabajo. Varios millones más querrían trabajar pero no buscan trabajo activamente, porque creen que en el mercado no hay empleo para ellos. Y otros 6,7 millones trabajan a tiempo parcial, pero quisieran trabajar más horas por semana.

En muchos casos, estas personas desempleadas y subempleadas tienen dificultades económicas reales. Según ese criterio, la economía estadounidense no llegó al nivel de pleno empleo. Pero sí llegó para la Reserva Federal, en el sentido de que ya no puede lograr un aumento sostenido del empleo apelando a un exceso de flexibilización monetaria. Sin embargo, otras políticas dirigidas a cambiar incentivos o eliminar barreras pueden generar mejoras del nivel de empleo y del ingreso real sin un aumento de la inflación de precios y salarios.

Piénsese por ejemplo en el alto índice de desempleo entre hombres de 25 a 54 años de edad, que son demasiado mayores para estar en la escuela y demasiado jóvenes para retirarse. Más del 15% de estas personas está sin empleo. La cifra sube al 35% si se considera solamente a los que no tienen la secundaria completa. Tendría que ser posible aumentar el nivel de empleo en este grupo con programas que ofrezcan formación y capacitación aplicables en el mercado.

O piénsese en la situación laboral de hombres y mujeres de más de 65 años. Este grupo tiene acceso a la seguridad social (pensiones) y a Medicare (seguro de salud), y la mayoría están jubilados. Pero se sabe por experiencia que la decisión de retirarse o trabajar menos horas depende en parte de la remuneración recibida; y para calcularla hay que tener en cuenta que las personas empleadas que cobran el seguro social y Medicare pagan el impuesto al salario que los financia.

Este impuesto es 6,65% para los empleados (otro tanto pagan los empleadores), a lo que hay que sumar el impuesto a la renta personal. Y por las complejas normas de las que depende el acceso a las prestaciones del seguro social, es probable que un trabajador de más edad que paga impuesto al salario no reciba beneficios extra.

Para muchos de estos trabajadores, la cuestión no es trabajar o no, sino cuánto. Ahora tenemos menos que pleno empleo, en el sentido de que el impuesto al salario alienta a los trabajadores de más edad a trabajar menos horas.

La Ley de Atención Médica Accesible (“Obamacare”) también reduce de dos maneras la cantidad de horas trabajadas. En primer lugar, trabajar menos horas permite a algunas personas reducir sus ingresos lo suficiente para cobrar más por subsidios estatales de salud. En segundo lugar, a algunos empleadores se los está incentivando a reducir la jornada laboral de algunos empleados, porque más allá de cierto límite el Obamacare les genera una carga mayor.

Piénsese también en el salario mínimo legal, que reduce la demanda de mano de obra poco calificada: conforme el salario mínimo aumenta, los empleadores tienen más incentivos para sustituir trabajadores por máquinas o empleados más calificados. Esto se podría contrarrestar computando como parte del salario mínimo el equivalente horario de las subvenciones públicas que reciba un empleado.

Por ejemplo, imaginemos una persona que recibe 8000 dólares por año en subvenciones (vales para comida, ayudas de vivienda, crédito fiscal para personas de bajos ingresos, etc.). Esto se podría considerar equivalente a haber recibido ya cuatro dólares por hora del salario mínimo. De ese modo, un mismo ingreso total del empleado se podría lograr con menos costo para el empleador, y a aquel le sería más fácil conseguir empleo.

Podría seguir dando ejemplos. La idea básica es que se puede aumentar el nivel de ocupación y reducir el desempleo eliminando barreras a la creación de empleo y bajando el tipo impositivo marginal. En cambio, es probable que prolongar la flexibilización monetaria o aumentar el gasto fiscal para generar más demanda se convierta en más inflación en vez de más creación de empleo.

 

Con la colaboración de Project Syndicate   

Autor: Martin Feldstein es professor de economía en la Universidad de Harvard. 

REUTERS/  Yuya Shino

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