Arte y Cultura

Placer, empatía y optimismo: estos son los grandes beneficios de escuchar música

Revellers dance as they listen to Circa Waves perform on the Other Stage at Worthy Farm in Somerset during the Glastonbury Festival in Britain, June 23, 2017.  REUTERS/Dylan Martinez - RC12CE4491B0

Image: REUTERS/Dylan Martinez

Cristian Vázquez
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Al escuchar música que le gusta, el cerebro produce dopamina, un neurotransmisor asociado con el placer, el mismo que se libera ante estímulos como la comida, la droga y el sexo.

Pero los efectos de la música van más allá del placer.

Por eso, la musicoterapia es empleada en situaciones pre y posoperatorias, en tratamientos contra la depresión e incluso contra el Alzheimer.

La música es una de las aficiones más extendidas entre los seres humanos.Y esto sucede y ha sucedido en todas las culturas: no por nada la etimología del término música remite al "arte de las musas". En nuestros días, gracias a la tecnología, los ritmos, las armonías y las melodías nos pueden acompañar virtualmente todo el tiempo y en cualquier parte. Lo interesante es que, además del placer que proporciona, la música ofrece una serie de beneficios para la salud que la ciencia se ha dedicado a estudiar con atención.

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Uno de los estudios más importantes al respecto fue realizado por científicos canadienses. Llegó a la conclusión de que al escuchar música que le resulta agradable el cerebro libera dopamina, un neurotransmisor asociado con el placer y con el sistema de refuerzo de los comportamientos, algo que sucede también ante estímulos relacionados con la comida, la droga y el sexo.

Esta sustancia es liberada no solo al escuchar la música, sino incluso al anticiparse a ella, es decir, cuando alguien sabe que va a escuchar música que le dará placer. En un trabajo posterior, los mismos investigadores destacan que estos resultados "ayudan a explicar por qué la música tiene un valor tan alto en todas las sociedades humanas", pese a que no tiene un valor de supervivencia evidente.

Terapia musical para mejorar la frecuencia cardiaca

Los efectos de la música van mucho más allá del placer superficial. Un estudio realizado en Alemania señaló que "es posible que la música no solo mejore la calidad de vida sino que también efectúe cambios en la frecuencia cardiaca y en la variabilidad de la frecuencia cardiaca". También de acuerdo con este trabajo, los pacientes que estaban en un entorno preoperatorio y escucharon música redujeron de forma significativa sus niveles de ansiedad.

De hecho, los redujeron mucho más que quienes tomaron midazolam, ansiolítico que se suministra de forma regular en tales situaciones. Y se comprobó una menor presencia de cortisol -una hormona responsable de los procesos inflamatorios que se libera como respuesta al estrés- en pacientes que, tras una cirugía a operación abierto, descansan en la cama con música que en quienes permanecen sin ella.

"La música se utiliza cada vez más como una herramienta terapéutica, debido a que todas las personas, tanto las musicalmente entrenadas como las que no lo están, responden de forma similar", apunta el texto de Hans-Joachim Trappe, profesor de la Universidad Ruhr de Bochum, en Alemania. "La música es efectiva en diferentes condiciones y puede representar una intervención efectiva en pacientes con trastornos cardiovasculares, dolor, síndromes depresivos, enfermedades psiquiátricas y en medicina de cuidados intensivos".

Los mayores beneficios para la salud los proporcionan la música clásica y la llamada de meditación. "Hay muchos compositores que efectivamente mejorar la calidad de vida y la salud, particularmente Mozart y Bach y ciertos compositores italianos", enfatiza Trappe, quien aclara que en cambio otros géneros, como el techno y el heavy metal, son ineficaces, y que incluso en algunos casos "pueden resultar peligrosos".

Mejor humor gracias a la música

¿Quién no ha experimentado alguna vez que la música le levantó el ánimo, lo puso de mejor humor? Los "pobres resultados" de los tratamientos convencionales contra la depresión, tanto los psicoterapéuticos como los farmacológicos y los electroconvulsivos, han llevado a los expertos a buscar alternativas, y una de ellas fue la música. Así lo afirma un trabajo realizado por científicos mexicanos, que consistió enañadir musicoterapia al tratamiento de pacientes con depresión leve o moderada.

La terapia consistió en hacer a un grupo de esos pacientes escuchar música clásica o barroca durante 50 minutos por día, todos los días, durante ocho semanas. Cumplido ese lapso, se comparó su estado con el de otros pacientes que habían recibido un tratamiento similar pero sin música. Tal como los investigadores esperaban, los síntomas de depresión mostrados por el grupo que había oído música fueron menores. Debido a eso, recomiendan el uso de música para acompañar a esas personas.

Musician of the Palestine Youth Orchestra, Tibah Saad plays her cello during a rehearsal at the Theater Orpheus in Apeldoorn, Netherlands August 15, 2019. Picture taken August 15, 2019. REUTERS/Eva Plevier - RC1EE0566970
Image: REUTERS/Eva Plevier

Pero ¿qué pasa si se trata de música triste? Según la Organización Mundial de la Salud, cada año se producen unos 800.000 suicidios en todo el mundo. Y si bien se suicidan personas de todas las edades, esta es la segunda causa de muerte de jóvenes de entre 15 y 29 años, una franja etaria que coincide con las épocas en que la música parece ocupar un lugar más importante. Esto, más algunos casos puntuales de que jóvenes se quitan la vida tras un proceso durante el cual se compenetran con cierto tipo de música que podría calificarse como "oscura", ha llevado a algunas personas a preguntarse si su efecto podría ser negativo.

Sandra Garrido y Emery Schubert, científicos de la Universidad del Oeste de Australia y de la Universidad de Nueva Gales del Sur, también de Australia, respectivamente, lo analizaron y llegaron a la conclusión de que, en general, no es así. A la mayoría de las personas la música triste las ayuda a lidiar con los momentos negativos, ya que les permite hacer catarsis, conectar a nivel emocional con los demás o simplemente atravesar los momentos tristes, causados por pérdidas o situaciones difíciles (durante los cuales lo extraño es que, por ejemplo, se inclinen por la música más bien alegre y jovial).

A lo que sí hay que prestar especial atención, apuntan Garrido y Schubert, es a las personas que padecen depresión o tendencia a deprimirse. En sus pruebas, detectaron que, en las personas con esa tendencia, las canciones tristes provocan un aumento de la rumiación, es decir, los pensamientos obsesivos y nocivos que a menudo constituyen la antesala de la depresión. Por ello, para esas personas es mejor evitar la música con tonos o letras que puedan motivar tristeza.

Conducir y aprender, mejor con música de fondo

Hay estudios que demuestran los efectos positivos de escuchar música al conducir. Esta práctica -muy habitual, por cierto- mejora el estado de ánimo, lo cual repercute en unos mejores comportamientos al volante, sin que por ello el rendimiento en la tarea de llevar el coche no resulte comprometida, añaden los expertos.

También el lenguaje resulta beneficiado por la influencia de la música. Sylvain Moreno, profesor de la Universidad Simon Fraser, de Canadá, se ha dedicado a estudiar este aspecto. En sus textos asegura que "la música puede modificar el cerebro tanto a nivel funcional como estructural", y que 9 de cada 10 niños con edad preescolar que participaron en un programa de educación con música demostraron unas mejoras en su "inteligencia verbal" que no se vieron en los de un programa similar pero sin música.

El aprendizaje también resulta favorecido por la música placentera por su relación con el ya citado sistema de refuerzo de los comportamientos. Con esto se relaciona el uso terapéutico que se hace de la música para los pacientes con Alzheimer: numerosos estudios han demostrado que estas personas mejoran sus habilidades sociales y cognitivas y reducen sus síntomas de agitación gracias a la música, esa compañía tan importante y a la vez, por fortuna, tan fácil de conseguir.

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