Sir Elton John: 5 lecciones de liderazgo de mis horas más oscuras

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Hay mucho que aprender sobre el liderazgo, especialmente cuando uno va, como lo hice yo, de un ámbito a otro. Después de una carrera en la música y luego un cuarto de siglo de generar conciencia acerca del VIH/sida, existen cinco cosas que creo que deseo transmitir y le debo todo este conocimiento a un joven valiente llamado Ryan White.

La primera lección que aprendí es la importancia de encontrar una pasión, y seguirla. En este sentido, tuve suerte desde el principio. Descubrí mi amor por la música cuando tenía tres años de edad. La primera vez que escuché a Elvis Presley, supe que eso era lo que quería hacer. Mi pasión surgió sin más.

No existe un camino directo al éxito y no lo hubo para mí. Mi padre, por ejemplo, creía que seguir una carrera musical era algo escandaloso e inaceptable. Aunque yo no me desanimaría. Me mantuve firme y descubrí que me encantaba. Me brindó alegría y abundancia material más allá de mis sueños más locos.

Sin embargo, una vez que obtuve estas gratificaciones, comencé a perderlas y, lo que es peor, comencé a perderme yo. Mi humanidad esencial comenzó a disolverse en un exceso de drogas y alcohol. La fama, que en un principio parece una bendición, pronto resultó ser también una maldición. Lamentablemente, reaccioné muy mal. Me convertí en una persona despreciable: egoísta, egocéntrica y desconectada. Eso equivale a una segunda lección dolorosa, una que aprendí al hacerlo todo mal. Un buen líder es alguien que tiene una integridad moral que sobrevive al éxito y al fracaso.

Pero, afortunadamente, es posible cambiar. Esta es mi tercera lección: que el futuro siempre está en nuestras manos. Fue cuando toqué fondo que tuve la gran suerte de conocer a Ryan White y a su madre, Jeanne. Ryan había contraído sida mediante una transfusión de sangre y, para agravar ese dolor, la sociedad lo había tratado con salvajismo, las reacciones a su afección iban de una terrible indiferencia a un desprecio cruel. Leí sobre la enfermedad de Ryan, la manera en que él y su familia estaban sufriendo, y sentí indignación. Quería ayudarlos, aunque ellos terminaron ayudándome mucho más a mí.

Sentí una gran admiración al ver a Ryan y Jeanne combatir la infamia, la discriminación y el odio con la gracia más absoluta. Su capacidad para hacer frente a la adversidad real me ayudó a animarme a cambiar mi propia vida. Ryan White fue la chispa que me ayudó a recuperarme de mis adicciones. Gracias a que él me enseñó una lección muy importante, inicié la Fundación Elton John contra el sida.

La Fundación tiene ahora 25 años, y durante el último cuarto de siglo he tenido el privilegio de generar conciencia y recaudar fondos para las organizaciones que están en las líneas de frente de la epidemia. Esto lleva directamente a la cuarta lección, que es que no hay nada más profundo y más poderoso que el reconocimiento de nuestra humanidad común.

Esto es más que una obviedad; es la base del progreso en cuestiones como el VIH/sida. Cuando podemos pensar que algunos seres humanos están por debajo de nuestra dignidad, como solíamos hacer, es fácil cerrar los ojos ante su sufrimiento. Cuando comenzamos a pensar en todos ellos con un sentido de solidaridad, somos conscientes de que quienes sufren son como nosotros. Ese es el impulso que con el tiempo conduce a la organización colectiva de ayuda. Es el momento en que comenzamos el proceso de sanación.

Hoy más que nunca necesitamos el proceso de sanación porque el avance que hemos logrado está bajo amenaza. Los fondos para la Ley Ryan White CARE (Comprehensive AIDS Resource Emergency, Recursos Globales de Emergencia contra el Sida) y los servicios de prevención del VIH están en peligro. La asistencia de la salud para los más pobres y vulnerables está siendo atacada. Las políticas de inmigración injustas obligan a muchas personas a tener que mantenerse en la clandestinidad y lejos de la asistencia médica y los servicios que necesitan. Una vez más, la injusticia racial y la violencia están aumentando. Los avances logrados con gran esfuerzo en cuanto a las libertades civiles de las personas LGBT corren peligro de ser rechazados. La violencia contra las personas transgénero está aumentando vertiginosamente.

Sin embargo, este no es un llamamiento a la desesperación, porque la quinta y última lección es que existe una respuesta para la esperanza y que el progreso puede triunfar. El mundo puede inclinarse hacia la luz. En el mundo del artista, esto puede hacerlo un individuo o un pequeño grupo de hombres y mujeres con ideas afines. En nuestra vida social, una sociedad buena debe unirse.

En conciertos en Tel Aviv, he visto a judíos, árabes, cristianos y musulmanes unirse en el mismo espíritu y apreciar la misma música. Desde Moscú a Beijing y desde la ciudad de México a Johannesburgo, he visto a millones de personas de diferentes edades, nacionalidades, partidos políticos y religiones unirse para celebrar.

Y a través de la obra de la Fundación Elton John contra el sida, he sido testigo y he participado en un increíble viaje hacia el progreso contra la estigmatización, la discriminación y la desinformación. He trabajado estrechamente con los activistas que se enfrentan a los grupos de poder. Me he tomado de la mano con demócratas y republicanos para unirme en un llamado por el cambio a través de PEPFAR, un programa histórico del gobierno de los Estados Unidos para abordar la epidemia del sida que ha salvado millones de vidas en todo el mundo.

Ese proceso de unión comienza con el abrazo de nuestra humanidad común. No hay una lección más grande.

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