Arts and Culture

Por qué el español suena como suena (y qué tienen que ver las palabras llanas con su cadencia)

Women in fancy costumes laugh while sitting next to each other during the Carnival of Cadiz, southern Spain February 15, 2015. The carnival will run until February 22. REUTERS/Marcelo del Pozo (SPAIN - Tags: SOCIETY) - GM1EB2G0FVI01

Image: REUTERS/Marcelo del Pozo

Irene Hernández Velasco
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El español tiene su propio ritmo, su música particular. Y no nos referimos a las canciones o a estilos como el tango, la bachata o el flamenco. Es el modo en que hablamos lo que posee una melodía única y característica. Y es grave. O llana.

En lingüística, esa cadencia se llama prosodia y viene del griego clásico.

En un principio se empleaba para referirse a una canción acompañada de música instrumental; en la actualidad se usa en los estudios fonéticos y fonológicos de los idiomas.

"La prosodia tiene que ver con los fenómenos de entonación", señala Lola Pons, profesora de Lengua Española de la Universidad de Sevilla, en España, y autora del entretenidísimo "Una lengua muy larga", un libro repleto de historias curiosas sobre el español.

Es por la prosodia por lo que cuando nos encontramos en un país extranjero muchas veces podemos reconocer a un compatriota sin llegar a oír lo que dice, simplemente por la musicalidad que destila su manera de hablar.

Y al revés: solo en contadas ocasiones quienes aprenden un segundo idioma pueden desprenderse de la entonación y el ritmo característicos de su lengua materna. Por eso hablan con "acento".

La penúltima sílaba

Los hispanohablantes, en lo que a prosodia se refiere, tenemos un rasgo en común: todos hablamos llano. En sentido literal. Porque la inmensa mayoría de las palabras que componen el castellano son llanas, es decir, al pronunciarlas las acentuamos en la penúltima sílaba.

Nada menos que el 79,50% del vocabulario español está compuesto por palabras llanas.

Las agudas (aquellas que al hablar se acentúan en la última sílaba) representan únicamente el 17,78%. Y las esdrújulas (esas en las que la intensidad se deja sentir en la antepenúltima sílaba) sólo son un puñado, un miserable 2,72%.

Es una particularidad del castellano. En otras lenguas romances no es así.

En el italiano, por ejemplo, la mayoría de las palabras son esdrújulas.Fragola, que significa fresa, se pronuncia poniendo ímpetu en su primera "a". Y lo mismo ocurre con undici, el número 11, donde el énfasis se deja sentir en la "u".

Y el francés está repleto de palabras agudas. Sólo hay que ver Liberté, égalité, fraternité (libertad, igualdad, fraternidad), la frase que se hizo famosa como grito de guerra durante la Revolución Francesa y que es una especie de lema oficial del país. Las tres se pronuncian poniendo mayor intensidad de voz en la última sílaba.

Pero no se trata solamente de un tema acústico. La "llanura" del castellano también tiene efectos prácticos. El hecho de que abunden las palabras llanas —y en concreto las que acaban en vocal, en 's' o en 'n'— hace que sean pocas las palabras que llevan tilde. Así lo explica Lola Pons: "Las normas de la ortografía se hacen de manera que al escribir haya que colocar el menor número de tildes posible. Dicho de otro modo: las reglas de acentuación buscan que no haya que escribir el símbolo ortográfico del acento en las palabras más comunes. Y en español las palabras más comunes, por goleada, son las llanas de dos o tres sílabas que acaban en vocal, en "n" o en "s".Pero no se trata solamente de un tema acústico.

La "llanura" del castellano también tiene efectos prácticos.

El hecho de que abunden las palabras llanas —y en concreto las que acaban en vocal, en 's' o en 'n'— hace que sean pocas las palabras que llevan tilde.

Así lo explica Lola Pons:

"Las normas de la ortografía se hacen de manera que al escribir haya que colocar el menor número de tildes posible. Dicho de otro modo: las reglas de acentuación buscan que no haya que escribir el símbolo ortográfico del acento en las palabras más comunes. Y en español las palabras más comunes, por goleada, son las llanas de dos o tres sílabas que acaban en vocal, en "n" o en "s".

¿Acaso no se percataron ustedes de esa peculiaridad que caracteriza al español? Pues la frase interrogativa que acaban de leer es una buena prueba de ello, como lo es del mismo modo esta.

Un misterio

Lo que nadie sabe a ciencia cierta es por qué el castellano está repleto de palabras llanas, que dan al castellano una prosodia especial.

"La prosodia no se registra por escrito, por eso es muy difícil de investigar. Hasta los años 50 del pasado siglo, cuando hicieron su aparición los registros sonoros, no había modo de dejar constancia de ella", revela Lola Pons.

Por eso sólo se pueden hacer conjeturas para explicar el enorme número de llanas que hay en español, frente al francés o al italiano, y que está determinado por un proceso histórico de pérdida de vocales átonas (aquellas que en las que no recae el acento prosódico de la palabra) en el interior de las palabras que tuvo lugar cuando se pasó del latín al español.

Pero nadie es capaz de explicar fehacientemente por qué ocurrió ese proceso. Lo único que pueden hacer los investigadores es aventurar hipótesis y lanzar teorías.

Una de las más respaldadas asegura que cuando una lengua desaparece porque sus hablantes la abandonan por una u otra razón, como sucedió por ejemplo en España con las lenguas prerromanas en favor del latín, la huella de esa lengua desaparecida queda en la prosodia.

Pero quién sabe.

La propia lengua española está plagada de prosodias. La entonación y modulación varían mucho de España a América Latina, y en cada país existen además varias prosodias internas.

Como sea, lo que no nos falta a los hispanohablantes es ritmo. Ritmo llano, pero ritmo al fin y al cabo.

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