Los giros de Trump en política exterior

U.S. President Donald Trump salutes a member of the military (not seen in photo) who had just sung the U.S. national anthem as he stands with a performer in an Easter Bunny costume at the White House Easter Egg Roll on the Truman Balcony of the White House in Washington, U.S., April 17, 2017.   REUTERS/Joshua Roberts     TPX IMAGES OF THE DAY - RTS12N8U

Image: REUTERS/Joshua Roberts

Martin Feldstein
Professor of Economics, Harvard University
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Estados Unidos

Durante los cien primeros días de mandato, el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, dio marcha atrás en muchas de las principales posturas en materia de defensa y política comercial que defendió durante la campaña presidencial. Y estos giros trajeron algunos resultados positivos.

El mejor ejemplo es la política de Trump hacia China. Durante la campaña, Trump prometió denunciar a China por manipulación cambiaria tan pronto como asumiera el cargo; poner fin a la política de “una sola China” (que considera a Taiwán parte de China), viejo principio rector de las relaciones sinoestadounidenses; e imponer un alto arancel a las importaciones chinas, para reducir el déficit comercial bilateral.

Nada de eso sucedió. Trump asumió el cargo y no concretó la acusación a China; el mes pasado, el Tesoro de los Estados Unidos realizó su análisis programado de la política cambiaria de China y desestimó la posibilidad de manipulación de la divisa.

Trump también cambió rápidamente su posición sobre la política de una sola China: le dijo al presidente chino Xi Jinping que Estados Unidos seguiría guiándose por ese principio y lo invitó a visitarlo en su casa de descanso en Mar-a-Lago (Florida).

Esa reunión llevó a una negociación comercial, conducida por el secretario de comercio, Wilbur Ross, en la que China acordó abrir su mercado a las exportaciones estadounidenses de carne y varios servicios financieros, y Estados Unidos acordó vender a China gas natural licuado. El resultado será una reducción del déficit comercial de Estados Unidos con China, sin aumento de aranceles.

Pero esto no disminuirá el déficit comercial general de Estados Unidos (que surge de su diferencia entre la inversión y el ahorro). La reducción del déficit con China se compensará con más déficit (o menos superávit) comercial con algún otro país. Sin embargo, aunque el gobierno de Trump se equivoca al hacer tanto hincapié en el déficit comercial de Estados Unidos con uno u otro país, en el caso de China esto tuvo el efecto favorable de conducir a una reducción de las barreras externas a las exportaciones estadounidenses.

En relación con otros países de Asia, durante la campaña Trump advirtió a Corea del Sur y a Japón que no podían seguir contando con las garantías de seguridad que Estados Unidos les proveyó durante décadas. Pero a poco de iniciada su presidencia, el secretario de defensa, James Mattis, voló a Seúl para tranquilizar a los coreanos, y el gobierno estadounidense siguió adelante con la instalación del sistema antimisilístico THAAD (sigla en inglés de “defensa de área de alta altitud terminal”) en Corea del Sur, a pesar de las objeciones de China. Luego Mattis voló a Tokio para ofrecer a los japoneses garantías similares de continuidad del apoyo militar estadounidense.

Otro ejemplo: el candidato Trump se quejó de que los miembros europeos de la OTAN no habían cumplido el compromiso de gastar el 2% del PIB en defensa y prometió reducir el gasto militar estadounidense en Europa. También criticó a la OTAN por no querer unirse a la lucha liderada por Estados Unidos contra Estado Islámico (ISIS).

Pero luego Trump se desdijo de su amenaza, y los europeos dieron algunos pasos en la dirección exigida por Estados Unidos. El borrador de presupuesto federal de Trump incluye un aumento del gasto militar de Estados Unidos en Europa, y los miembros europeos de la OTAN acordaron acercar su gasto militar a la meta del 2% del PIB (aunque no tan rápido como Trump quisiera). Paralelamente, el Consejo del Atlántico Norte (órgano de gobierno de la OTAN) aprobó hace poco unirse a la campaña contra ISIS (pero sin asumir un papel de combate).

La amenaza de Trump durante la campaña de desmantelar el Tratado de Libre Comercio de América del Norte si no se acordaban mejores condiciones llevó a nuevas negociaciones conducidas por el representante especial de Estados Unidos para temas comerciales. Todavía es demasiado pronto para decir el resultado de las conversaciones, pero se espera que el énfasis estará puesto en eliminar determinadas barreras comerciales que obstaculizan las exportaciones de Estados Unidos a Canadá y México. Por ejemplo, sería un error limitar la exportación de madera canadiense a Estados Unidos con el argumento de que está subsidiada por el gobierno de Ottawa: esa limitación sólo perjudicaría a los constructores y compradores de casas en los Estados Unidos.

No sabemos por qué el presidente Trump adoptó posiciones tan diferentes de las que defendió durante la campaña. ¿Lo habrán persuadido sus funcionarios de nivel ministerial de que sus posturas anteriores eran un error? ¿Creerá que es mejor delegarles a ellos esas decisiones? ¿O tal vez sus promesas de campaña no eran reflejo de sus ideas reales, sino un modo de atraer votantes? Es probable que nunca lo sepamos.

La política interna es otra cosa. Hace poco el gobierno presentó un plan presupuestario a diez años, que fue objeto de acertadas críticas, por sus incoherencias y por no explicitar políticas impositivas concretas. Pero la cuestión del presupuesto es diferente de la seguridad internacional, porque en Estados Unidos las decisiones específicas en materia de gasto e impuestos las toma el Congreso. El plan de Trump propone para el ámbito local recortes de gasto que el Congreso no aprobará de ningún modo. Y las normas del legislativo estipulan que para que un cambio en materia tributaria sea permanente, se necesita una proyección de presupuesto equilibrado al final del decenio. Pero en relación con los detalles de posibles cambios impositivos, todavía quiero ver los planes que el presidente de la Cámara de Representantes, Paul Ryan, y sus colegas han estado elaborando a lo largo de los últimos años.

A pesar de la campaña de Trump (y la serie de declaraciones erráticas y tuits caprichosos que emitió desde que asumió el cargo), las políticas reales de su gobierno en defensa y comercio internacional van por la senda correcta. No pierdo la esperanza en que las políticas impositivas que elabore el Congreso crearán un marco para la introducción de reformas deseables en la tributación personal y corporativa.

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