Tecnologías emergentes

Aún podemos salvar al planeta. Pero necesitamos ciudades inteligentes

Capital Pristina is covered in smog caused by ailing power plants, Kosovo, February 2, 2017. Picture taken February 2, 2017. REUTERS/Hazir Reka - RTSYGP1

Image: REUTERS/Hazir Reka

Shobhakar Dhakal
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Como planeta, tenemos que cumplir con algunos objetivos climáticos importantes durante los próximos años. El Acuerdo de París, firmado por 192 países, establece como objetivo ideal limitar el calentamiento global a 1,5ᵒC, mientras que los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas, que han de alcanzarse para el año 2030, llaman a "tomar medidas urgentes" contra el cambio climático.

Para conseguirlo tenemos que liberar a nuestras economías de las emisiones de carbono y si vamos a hacerlo tenemos que replantearnos por completo cómo son nuestras ciudades.

El principal órgano climático de la ONU mostraba en su último informe que las ciudades son cruciales para prevenir que el cambio climático sea drástico. Las ciudades suponen actualmente entre un 71 % y un 76 % de las emisiones de carbono relacionadas con la energía.

En el hemisferio sur, los consumos de energía y las emisiones en zonas urbanas tienden a ser mucho más altos que en las zonas rurales. Se espera que casi todo el crecimiento de población se produzca en las pequeñas y grandes ciudades. Pero desgraciadamente los pequeños núcleos urbanos no suelen tener la capacidad para abordar adecuadamente el cambio climático.

La "Política de urbanización de nuevo tipo" de China tiene como objetivo aumentar la población de sus ciudades de un 54,2 % en 2012 a un 60 % en 2020. Esto supondrá la construcción de grandes proyectos de infraestructura urbana y la inversión de miles de millones de dólares en nuevos desarrollos. Mientras tanto, la necesidad de urbanización e infraestructuras es exagerada.

El problema de la infraestructura

Las infraestructuras contribuyen a las emisiones de gases de efecto invernadero de dos maneras: a través de su construcción (el impacto energético del cemento, acero y aluminio utilizados en el proceso de construcción) y a través de cómo se va a utilizar esa infraestructura (coches o trenes circulando por las nuevas carreteras o vías).

En un estudio reciente, mis compañeros y yo hemos demostrado que el diseño de los actuales sistemas de transporte, edificios y otras infraestructuras determinará en gran medida las emisiones de CO2 del futuro.

Sin embargo, mediante la construcción de infraestructuras y edificios urbanos climáticamente inteligentes, podríamos reducir las emisiones futuras a la mitad a partir de 2040 a un ritmo de diez gigatoneladas por año: casi la misma cantidad de emisiones que actualmente producen los Estados Unidos, Europa y la India en total (11 toneladas).

Hemos tenido en cuenta el potencial de las ciudades para reducir las emisiones basándonos en tres criterios: el ahorro en emisiones gracias a las mejoras en la infraestructura existente; el ahorro en emisiones usando nuevas infraestructuras de bajo consumo; y las emisiones adicionales generadas por la construcción de las infraestructuras.

En las ciudades ya establecidas, llegamos a la conclusión de que se pueden hacer progresos considerables renovando la infraestructura existente, aunque el mayor potencial reside en la construcción de nuevos proyectos que cuenten con eficiencia energética desde el principio.

Las reducciones anuales que se podrían alcanzar para 2040 mediante el uso de nuevas infraestructuras es de tres a cuatro veces mayor que las que se alcanzarían mejorando las carreteras o edificios existentes. Teniendo esto en cuenta, los gobiernos de todo el mundo deberían orientar las ciudades hacia el desarrollo de una infraestructura baja en emisiones de carbono y hacia una inversión ecológica.

Urbanización es algo más que megaciudades

Existen oportunidades significativas para promover una vida de alta densidad, construir configuraciones urbanas que mezclen complejos residenciales, trabajo y ocio en espacios individuales, así como crear una mejor conectividad entre y dentro de las ciudades. El tiempo restante para poder actuar se está agotando al mismo tiempo que el hemisferio sur se desarrolla rápidamente. No deberíamos perder esta oportunidad.

Además de megaciudades como Shangai y Mumbai, las ciudades más pequeñas también tienen un papel importante en la reducción de emisiones. Varios estudios han demostrado la paradoja de estos lugares: la capacidad de gobierno y de inversión es más baja en las ciudades más pequeñas, a pesar de que la mayoría de las poblaciones urbanas futuras crecerá allí y de que se expandirán más rápido que las megaciudades.

Debemos renunciar a nuestra obsesión con las megaciudades. Si no establecemos medidas adecuadas en las ciudades de mediano y pequeño tamaño para promover las soluciones climáticas, no podremos cumplir con nuestros objetivos climáticos.

Tal vez lo más importante sea crear las políticas ambientales más ambiciosas, integrantes y sólidas en todas las ciudades, independientemente del tamaño. Más allá de las buenas palabras, la magnitud real del cambio basado en las acciones climáticas actuales en las ciudades apenas ha podido ser demostrada y sigue siendo poco clara.

Los planes y políticas existentes para mitigar el cambio climático en ciudades como en Tokio, Londres, Bangkok, así como las actividades promovidas por redes como el ICLEI, el C40 o el Pacto de los Alcaldes para el Clima y la Energía son un buen comienzo. Sin embargo no basta con apreciar estas medidas, hay que fortalecerlas aún más.

Pero para seguir promoviendo estas buenas prácticas el mundo necesita con urgencia medidas de apoyo para la reducción de los niveles de emisiones urbanos tanto a nivel local como a nivel mundial junto con un marco de seguimiento y un conjunto de indicadores acordados para medir el grado de avance hacia un futuro bajo en emisiones de carbono.

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