¿Es bueno que suba el salario mínimo en España?

Construction workers stand on a scaffolding at the Bank of Spain in central Madrid, Spain, November 13, 2015. Spanish national consumer prices fell 0.7 percent year-on-year in October according to final data from the National Statistics Institute (INE) on Friday, in line with preliminary estimates and compared with a 0.9 percent drop a month earlier. REUTERS/Andrea Comas - RTS6S7C

Image: REUTERS/Andrea Comas

Daniel Pérez del Prado
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En los últimos meses el debate acerca de la oportunidad de incrementar el salario mínimo (SMI) se ha reavivado con fuerza en España. La subida del 8% pactada para 2017 entre el PSOE y el Gobierno o la Proposición de Ley presentada por Unidos Podemos en el Congreso, apoyada también por el Partido Socialista, son buena muestra de ello.

Fuente: El País

Los efectos de la crisis económica sobre los salarios y, en particular, sobre el SMI, manteniéndolo en la práctica (cuando no, de hecho) congelado durante casi una década, unido a que varios organismos internacionales han reprobado a España por no garantizar unos adecuados niveles mínimos de retribución, han permitido a sus partidarios presentar su incremento como imprescindible. Sin embargo, desde el lado contrario se advierte de los perniciosos efectos que esto puede tener sobre la competitividad de las empresas españolas o sobre el empleo de los jóvenes. De hecho, desde estos otros puntos de vista se apuesta por “dualizar” el SMI, rescatando una versión más baja para los trabajadores menores de 25.

Lo cierto es que los datos evidencian que la situación del SMI en España no es buena. La diferencia entre el 60% del salario medio neto (el índice que actúa como referencia en Europa sobre la base de lo dispuesto en la Carta Social Europea) y el SMI, no solamente no se ha reducido, sino que ha tendido a ampliarse entre 2013 y 2015. En este último año, el SMI supuso alrededor del 44% del salario medio neto. Cuando los organismos internacionales denuncian que España incumple sus obligaciones en materia de retribución mínima lo hacen con datos objetivos incontestables en la mano.

SMI como porcentaje del salario medio neto

Fuente: Pérez del Prado, 2017

El bajo nivel del salario mínimo en nuestro país obedece en buena medida a lo extremadamente flexible que es su regulación, pues deja un amplio margen de maniobra al Gobierno para decidir si lo sube y en qué medida. No existe ningún tipo de variable concreta que asegure un patrón de comportamiento en lo que hace a la evolución de su cuantía. De ahí la importancia que ha tomado la interpretación realizada por el Comité Económico y Social Europeo del art. 4 de la Carta Social Europea: el 60% del salario medio neto se ha convertido en la referencia por excelencia.

No obstante, tampoco debe valorarse en exceso la incidencia del SMI. De acuerdo con los datos de Encuesta de estructura salarial publicada por el INE, en 2014, tan sólo el 12,98% de los trabajadores cobraban el salario mínimo o menos. Si a este porcentaje le restamos el empleo a tiempo parcial, entonces la cifra se reduce al 0,23%. Por consiguiente, el porcentaje de trabajadores a los que afecta directamente una subida del salario mínimo es muy reducido, en buena medida debido a la elevada tasa de cobertura de la negociación colectiva en España que suele establecer umbrales salariales más altos. Otra cuestión muy diferente es el efecto indirecto que el incremento del salario mínimo puede producir, esto es, el mensaje que se lanza al conjunto de la economía en torno a cómo ha de evolucionar los salarios en general.

Sea como fuere, si nos centramos en su impacto directo, desde una perspectiva empírica, no existe consenso acerca del efecto sobre el empleo. De una parte, encontramos un buen número de estudios que abalan que el establecimiento de salarios mínimos destruye empleo entre los trabajadores menos cualificados. No obstante, de otra, otros autores sostienen que el salario mínimo no reduce el empleo y que, en algunos casos, incluso, puede incrementarlo.

En el caso particular de España, los estudios empíricos van desde aquellos que afirman que el crecimiento relativo del salario mínimo tendría consecuencias adversas respecto del trabajo de adolescentes (grupo entre 16 y 19 años) y jóvenes (16 a 24 años), a los que encuentran efectos negativos en el primer grupo, ligeramente positivos en el segundo y positivos respecto del empleo total, pasando por los que no observan ningún tipo de efecto.

Por consiguiente, puede afirmarse que no existe evidencia empírica para sostener que la subida del salario mínimo repercuta negativamente sobre el empleo con carácter general. Ni siquiera para el grupo de sujetos en los que parece centrarse la mayor atención por poderles producir algún efecto negativo, los jóvenes, existen resultados concluyentes. Si clasificáramos los trabajos económicos realizados hasta la fecha atendiendo a sus conclusiones, el resultado sería que el 50% de los estudios empíricos habrían encontrado un efecto negativo, frente el 30% que concluyen que el SMI produce un efecto positivo y el 20% ningún tipo de efecto.

A la luz de estos resultados, no parece descabellado iniciar la senda que nos permita converger paulatinamente hacia el 50% del salario neto primero, nivel mínimo exigido por la Carta Social Europea, y, posteriormente, al mencionado 60%. Sólo así conseguiremos cumplir con el mandato constitucional (y europeo e internacional) de garantizar una “remuneración suficiente”.

Este artículo se basa en los resultados del estudio “El salario mínimo interprofesional en el debate jurídico y económico”, Revista de Información Laboral, Nº. 1, 2017.

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