Tienes menos genes que un plátano

A monkey eats a banana as it takes a break from performing at a cultural center in Islamabad, Pakistan October 22,  2016. REUTERS/Caren Firouz     TPX IMAGES OF THE DAY      - RTX2Q0RH

Image: REUTERS/Caren Firouz

Eduardo Sáenz de Cabezón
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Que lo sepas: tienes menos genes que un plátano. Y no sólo tú, yo también, todos. Resulta que el ser humano tiene unos 20.500 genes mientras que un plátano tiene unos 36.000. Nos ganan por casi 14.000 genes.

Y los plátanos no son los únicos que tienen más genes que nosotros. Lo de las plantas es una pasada. Un chopo tiene nada menos que 45.000 genes, más del doble que tú y que yo. Así visto, esto parece indicar que lo de la inteligencia no está en los genes, claro. Obviamente tú y yo somos más listos que un plátano o un chopo, un plátano no tiene inteligencia, aunque sea de Canarias.

¿Seguro? Espera, no tan rápido. Últimamente han aparecido varios estudios (léete los libros de Mancuso o Mabey, por ejemplo) que hablan de la inteligencia de las plantas. Y, cuidadito, que no son tan pasivas como parecen, eso de que se dedican «a vegetar» como queriendo decir «a no hacer nada» no puede estar más lejos de la realidad. Es verdad que no tienen cerebro, pero eso no quiere decir que no desarrollen inteligencia.

Si la inteligencia es la capacidad de resolver problemas, de adaptarnos al entorno, de aprovechar y transformar los recursos que tenemos al alcance o alcanzar otros que necesitamos, entonces las plantas son superinteligentes.

Piénsalo: el trigo, sin ir más lejos, no hay ninguna razón evidente por la que debiera estar tan extendido por el mundo, y sin embargo ahí lo tienes, nos usa para que le ayudemos a expandirse y le cuidemos. A cambio nos da lo que queremos y así se asegura nuestro favor.

Si te da mal rollito pensar que una espiga nos está utilizando, piensa que es un comportamiento muy común: muchas plantas usan sus flores, frutos y otros trucos para que los insectos, los pájaros y otros animales les ayuden a tener prole en lugares alejados, ya que ellas no se pueden mover. Las raíces de las plantas pueden detectar decenas de parámetros: luz, gravedad, vibraciones, temperatura… Sus sentidos están afiladísimos, y hay evidencia de que se comunican entre ellas. Hay experimentos curiosísimos con plantas que parecen sugerir que reconocen a las personas, pueden sentir miedo e incluso detectar pensamientos en la gente. Igual tu madre está compinchada con sus geranios y por eso parece que sabe lo que piensas antes de que abras la boca.

Nuestra percepción sobre las plantas está cambiando, cada vez la ciencia las ve más como sujetos sensibles y por tanto se alzan cada vez más voces reclamando sus derechos. Puede parecer raro, pero siempre la lucha por los derechos de diferentes colectivos ha suscitado perplejidad y oposición al principio. Quizá es tiempo de liberarnos de prejuicios especistas y ampliar la mirada reivindicativa fuera del reino animal.

Ahora en otoño siéntate un día bajo un árbol y lee, si puedes, Bambi, de Félix Salten, uno de esos libros a los que la famosísima versión de Disney ha hecho tanto daño. Bambi es un libro magnífico, escrito por un agudo observador de la vida y la naturaleza. El capítulo 8 es un hermoso diálogo entre dos hojas a punto de caer del árbol.

—¿Se sentirá algo, se tendrá conciencia de uno mismo allá abajo?

—¿Quién sabe? Ninguna de las hojas que han caído ha vuelto jamás a contárnoslo… pero no tengas miedo, estás temblando…

—No es nada, últimamente tiemblo por todo. Una ya no se siente tan firmemente prendida a la rama.

—No hablemos más de estas cosas.

—¿Quién de las dos se irá primero?

—No sé. Aún queda tiempo para pensar en eso…

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