Cómo Escocia demostró que el nacionalismo no es la única solución

Gordon Brown
United Nations Special Envoy for Global Education; World Health Organization Ambassador for Global Health Financing, The Office of Gordon and Sarah Brown
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Jean Crétien, el primer ministro de Canadá en el momento del referéndum divisivo sobre la separación de Québec, escribió que tuvieron que pasar seis meses antes de que las heridas entre Canadá y Québec comenzaran siquiera a sanar. Y, con el 45% de votantes a favor de la independencia, Escocia será un país dividido por algún tiempo.

Así como en los años de la Revolución Industrial las personas recurrieron al nacionalismo político a fin de proteger y resguardar sus comunidades de los patrones de crecimiento desiguales e injustos, de igual forma parece que las personas están recurriendo a –y movilizándose en torno a– antiguas lealtades e identidades tradicionales a medida que buscan aislarse; ya sea en Cataluña o en Bélgica o en Lombardía, exigen protección en contra de lo que parece ser la disrupción económica y el desplazamiento social de la globalización, la cual amenaza con arrastrar consigo costumbres, valores y estilos de vida antiguos.

¿Pero no es el voto del 18 de septiembre en Escocia un momento del destino? ¿No se debe esto menos a que los nacionalistas se hayan organizado bien que a que los escoceses hayan votado en contra de abandonar el Reino Unido? ¿Podría el rechazo a la separación demostrar que en esta nueva era global las naciones pueden combinar identidades fuertes y vibrantes con una disposición para participar en una cooperación aún más profunda?

En breve, ¿podría el referéndum volverse un momento decisivo a favor de un mundo conectado que está reconociendo y actuando de acuerdo con su interdependencia? ¿No podríamos considerar a Escocia como el primer país en votar positivamente por, y ser pionero de, la idea de un futuro interdependiente? ¿No podríamos considerar a Escocia como un faro para el resto del mundo respecto a cómo las naciones vecinas pueden optar por compartir y colaborar positivamente?

La verdad es que desde la época de la Ilustración escocesa, cuando Adam Smith se preguntaba qué significaba ser no sólo ciudadano de la comunidad local sino ciudadano del mundo, Escocia ha sido siempre más internacionalista, más progresista y más cosmopolita de lo que se puede encapsular en ideas transmitidas a través de estrechos nacionalismos.

Los escoces lideraron el camino durante la Ilustración, no sólo en La riqueza de las naciones de Adam Smith y su idea de un mundo abierto y de un libre comercio liberado del mercantilismo, sino también con la más poderosa idea que aparece en su Teoría de los sentimientos morales de un mundo unido por la empatía; su idea de que, de ponernos en el lugar de otras personas –lo que se conocía como ‘el círculo de empatía’– hizo que la gente pensara más allá de su inmediato círculo familiar, aunque fuera de manera vaga y distante, y sentir el dolor de los demás. Esto fue la base del logro de los escoceses al unirse a Inglaterra y Gales en la primera revolución industrial del mundo. Escocia no sólo produjo algunos de los más importantes inventores del mundo, comenzando con James Watt y su invención de la máquina de vapor, sino que también produjo algunos de los más grandes reformadores del mundo. Los escoceses lideraron el camino en la civilización de la economía industrial al exigir y planificar la creación del estado de bienestar británico. Y lo hicimos abandonando nuestras propias y distintivas instituciones sociales escocesas, aboliendo nuestra Ley de pobreza escocesa que databa desde hacía 300 años y exigiendo un servicio nacional de salud del Reino Unido, fundado en base a la igualdad de trato para todos los ciudadanos –al estar enfermos, discapacitados, desempleados o al ser ancianos– a lo largo del Reino Unido. Ningún otro grupo de naciones ha podido lograr lo que los esfuerzos conjuntos de escoceses, galeses, norirlandeses e ingleses han hecho: derechos civiles, políticos, sociales y económicos iguales para todos, sin importar nacionalidad.

Los escoceses que han optado por el beneficio de compartir y colaborar están en una excelente posición para fungir como iconos y demostrar el camino en la era de la globalización. No obstante, ahora el reto es aún más profundo. Durante el siglo pasado tuvimos que demostrar cómo podíamos compartir los mismos derechos cuando las decisiones se estaban tomando desde el interior de un estado multinacional. Ahora somos parte de un mundo donde el suministro mundial de productos ha reemplazado al suministro nacional, donde los flujos globales han reemplazado a los flujos nacionales. En 2014 hemos demostrado cómo podemos compartir y colaborar cuando no sólo somos parte de un estado multinacional, sino parte de una economía global más integrada e interdependiente.

¿Podemos demostrar que los vecinos de diferentes culturas, tradiciones e identidades pueden trabajar juntos no sólo en un estado multinacional confinado, sino también en un ambiente global más abierto y expuesto? ¿Podemos demostrar que no tenemos que romper las conexiones que nos unen para prosperar en el mundo moderno, sino que podemos encontrar maneras de vivir juntos no sólo compartiendo derechos a servicios y beneficios sino compartiendo la soberanía? En nuestro caso, debemos hacer esto por medio de un fuerte Parlamento Escoces como parte de, no aparte de, el resto del Reino Unido y Europa.

En 1962 el presidente Kennedy pidió que la Declaración de Independencia de la década de 1770 se complementara con la Declaración de Interdependencia de la década de 1960. Al contestarles a aquellos que afirman que la independencia puede marcar una diferencia con políticas que demuestren que la interdependencia puede marcar la diferencia y que es por eso una idea más grande, podemos demostrar que el camino a seguir de Escocia es hacer lo que siempre hemos hecho bien: tener ideas grandes, no pequeñas.

Panorama sobre la Agenda Global 2015

Autor: Gordon Brown, ex Primer Ministro y Ministro de Hacienda del Reino Unido, es el Enviado Especial de las Naciones Unidas para la Educación Global.

Imagen: REUTERS/Paul Hackett.

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