Por qué Internet no es tan meritocrática como se piensa

danah boyd
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Es posible que el acceso a las redes sociales sea fácil, pero comunicarse con personas por medio de dichas redes no siempre es tan fácil como se piensa. Colocar mensajes en línea no es lo mismo que ponerlo enfrente de ellos. Es posible que sea público, pero todavía se requiere mucho esfuerzo para promover el mensaje.

En teoría, las redes sociales han nivelado el campo para que todas las personas puedan participar, compartir contenido y atraer atención al mensaje que colocan. Y, no obstante, en la realidad no funciona así. El contenido que atrae la atención –que se marca como favorito o con “me gusta” y que se vuelve a compartir– no es meritocrático.

El contenido que es vergonzoso, humillante o grotesco se difunde mucho más rápido que lo que es sincero. De la misma manera que el miedo siempre ha vendido periódicos, asimismo atrae a la gente en línea. Los creadores de contenido han comenzado a probar nuevas técnicas para atraer la atención de la gente en este mundo de sobrecarga. Los “listicles” o listados, videos virales y memes son todos términos de moda que se refieren a los tipos de contenido que se diseña para atraer clics como el fuego atrae a las polillas. Esto genera serias preguntas acerca de nuestra responsabilidad al colocar contenido en línea, sobre todo cuando estamos tratando tanto de atraer atención y de ser ciudadanos responsables.

En un mundo mediático donde una cantidad de contenido sin precedente pasa silbando, las personas deben desarrollar estrategias complicadas para manejar y procesar los vastos flujos de medios a los que tienen acceso. Es simplemente imposible seguirlo todo, y es por eso que dependemos de que los demás lo seleccionen por nosotros. Históricamente hemos dependido de curadores profesionales, como los editores de periódicos. Con el auge de los redes sociales, nuestras propias redes personales se han vuelto nuestros curadores de facto.

La experiencia de las personas con las redes sociales varía ampliamente, dependiendo mucho de cómo la gente en sus entornos use dichos servicios. La mayoría de las personas no siguen a personas al azar; siguen a personas que conocen, que respetan o por quienes sienten curiosidad. Debido a innumerables razones históricas, las redes personales de las personas se forman en base a su raza, clase, religión, geografía e idioma. Esto se reproduce en línea y con frecuencia se le conoce como “la burbuja de filtro”. Como resultado, el hecho de que todas las personas estén en una misma red social no significa que todos estén expuestos al mismo contenido. Lo que ustedes ven en Instagram, el servicio para compartir fotografías, es fundamentalmente diferente a la manera en la que yo veo Instagram debido a que es inevitable que sigamos a personas diferentes.

La visibilidad del contenido que uno comparte también varía muchísimo. El hecho de que uno tenga 7,492 seguidores en Twitter no significa que 7,492 lean sus tuits. No todos sus seguidores acceden al servicio todos los días ni leen todos sus tuits. Y, si ustedes son como la mayoría de las personas, entonces tienen muchos “bots” –cuentas automáticas– mezcladas con seguidores auténticos.

Para complicar las cosas aún más, sus seguidores siguen a una cantidad de personas diferente. Si su mamá sólo sigue a tres personas y entra al servicio todos los días, lo más probable es que vea todos sus mensajes. Pero si algunos de sus seguidores siguen a miles de personas, entonces sus tuits son una aguja en un pajar. Incluso los mensajes dirigidos a un usuario específico – @respuestas – son engañosos porque algunos usuarios populares de Twitter reciben miles todos los días, lo cual hace imposible que se puedan mantener al día.

Debido a que las redes sociales pueden ser tan abrumadoras, algunos servicios como Facebook han tratado de seleccionar el contenido por ustedes por medio de algoritmos. Los algoritmos de Facebook determinan cuáles de sus mensajes siquiera son visibles en la página de inicio o noticias de sus amigos. Si su actualización no tiene contenido que por medio de un cómputo se haya determinado interesante (enlaces populares, imágenes, referencias a marcas) o si su contenido anterior no ha ocasionado “me gusta” o comentarios, Facebook ni siquiera mostrará su nuevo contenido a sus amigos. Esto puede ser una bendición y una maldición a la vez. Por un lado, Facebook está tratando de hacer la experiencia de sus usuarios más placentera proporcionándoles cosas que Facebook cree que les parecerán valiosas. Por otro lado, dichos algoritmos tienden a enfatizar prejuicios existentes.

Esta dinámica también vuelve a todo mundo un mendigo. Necesitan generar me gusta o comentarios para que su comentario se propague. Así que todos imploran que se les ponga atención. Aparecen sistemas como “hashtags por me gusta” por medio de las cuales las personas se prometen entre ellos hacer “me gusta” mutuamente si incluyen el hashtag correcto ahí. Cualquier cosa que pueda medirse puede aprovecharse.

Esto crea complicaciones significativas para las organizaciones que se esfuerzan en difundir su mensaje. Por ejemplo, si se es una organización tratando de llamar la atención de las personas por medio de una página en Facebook, vale más estar preparado para pagar a fin de que el contenido se pueda promover; a menos del 1% de las personas que siguen una página de Facebook se les muestran sus actualizaciones. En lugar de buscar participación auténtica, las compañías a menudo recurren a la apariencia de participación.

Las redes sociales han introducido un panorama de redes completamente nuevo. Las personas que pueden aprovechar estas herramientas para compartir información pueden usurpar modelos convencionales de distribución de arriba hacia abajo. Pero adoptar las redes sociales de manera exitosa requiere alfabetización mediática significativa. Requiere vivir y respirar la dinámica de dichos sistemas, apreciar sus fortalezas y sus límites.

Autor: danah boyd es Investigadora Principal en Microsoft Research, profesora asistente de investigación en redes sociales, cultura y comunicación en la Universidad de Nueva York y becaria en el Centro Berkam para Internet y Sociedad en Harvard. 

Imagen: REUTERS

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