¿Es eficaz comer menos carne para frenar el cambio climático?
Image: REUTERS/Fabrizio Bensch
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Seguir una dieta vegana o vegetariana, al menos, 'flexitariana' (con mucha menos carne), seguramente sea el modo más sencillo de salvar el planeta.
Si estás abrumado por el cambio climático, existe algo sencillo que puedes hacer: olvídate del kebab, a menos de que sea veggie. Un buen montón de investigaciones publicadas en los últimos meses sostienen que, si queremos salvar el planeta y frenar su calentamiento, nuestro sistema de alimentación tiene que cambiar de forma radical. Y esto implica comer menos carne. Puesto que queremos salvar el planeta, nos toca hacer más verdes nuestros platos. Y renunciar (casi siempre) a la hamburguesa.
La urgencia climática no espera: los expertos del Panel Intergubernamental de cambio climático (IPCC) de la ONU estiman que solo nos quedan once años para impedir que la temperatura del planeta suba por encima de 1,5ºC. Un incremento superior, tan solo de 0,5ºC más, agravaría de forma notable las temperaturas extremas, sequías e inundaciones. Lo que ponemos en el plato, dicen, importa para salvar el planeta. Y nos dan la receta: comamos menos carne.
El hecho de que todos sigamos una dieta vegana, vegetariana o flexitariana (que incluya carne solo muy de vez en cuando) resulta imprescindible para mantener el calentamiento del planeta dentro del rango de los 1,5ºC. Si eres un ciudadano omnívoro medio, aseguran, esta dieta flexitariana implica comer el 75% menos de ternera, el 90% menos de cerdo y recortar a la mitad el número de huevos. Por el contrario, hay que triplicar el consumo de legumbres, y comer cuatro veces más semillas y frutos secos.
Ni biocombustibles ni impuestos al carbono. Todo suma. Pero renunciar a la carne y a los productos lácticos constituye el favor más importante que podemos hacerle al clima. Una investigación en Nature culpa a la producción cárnica y de leche del 60% de los gases de efecto invernadero producidos por el sistema agrario. Además, resulta poco eficiente: mientras que ocupa el 83% de la superficie agraria disponible en el mundo solo produce el 18% de las calorías y el 37% de las proteínas que nos comemos entre todos.
En la misma dirección apunta el estudio más reciente en la materia, publicado solo hace unas semanas: según esta investigación, un filete de carne de vaca tiene la misma huella climática que 35 platos de verduras. El equipo de científicos de la Universidad de Oxford y de Minnesota afirma que solo con sustituir dos de cada tres comidas por raciones exclusivas de verdura ya estamos reduciendo en un 60% el CO2 que lanzamos a la atmósfera.
Dejando de un lado el sacrificio que seres sintientes para el consumo humano (si puedes), los argumentos en contra de la carne se centran en su altísima producción de gases contaminantes. En general, las vacas y las ovejas concentran la mayor huella climática. Así, para obtener 50 gramos de proteína de un filete de ternera o de cordero, habremos lanzado a la atmósfera 17,7 kilos y 9,9 kilos de CO2 respectivamente. Y otros 5,4 kilos de gases contaminantes más con el queso.
Por el contrario, las verduras, cereales y la mayoría de los alimentos vegetales contienen una huella climática muy inferior. Así, obtener los mismos 50 gramos de proteína del tofu (un preparado con semillas de soja y agua) solo emite 1 kilo de CO2; 0,4 kilos si se trata de unas legumbres y apenas 0,1 kilos si nos comemos unas nueces.
Piénsalo de este modo: resulta más eficiente plantar cultivos que podamos comernos (como cereales, tomates o legumbres) que plantar alimento para que las vacas y las ovejas crezcan, y después utilizarlas como alimento para los humanos. Aunque este argumento tiene matices, porque a veces les damos subproductos o alimentos que nosotros en general no nos comeríamos, la FAO revela que, de media, cuesta tres kilos de cereales producir un solo kilo de carne.
Hay más: cuando las 1.500 millones de vacas del mundo rumian, las bacterias de sus enormes estómagos (que también viven en el de las ovejas) liberan metano como subproducto de la digestión. Puesto que el metano resulta un gas de efecto invernadero unas 25 veces más potente que el CO2 -captura el calor con mucha mayor eficacia-, las vacas, dicen los científicos, son responsables del 75% de las emisiones de gases de efecto invernadero del sector. Aunque el imaginario popular culpa a sus ventosidades de estas emisiones, en realidad la mayor parte se libera con los eructos vacunos.
En general, el impacto climático de comer pollo u otra ave resulta inferior que zamparte un filete de ternera. Volviendo a los datos de emisiones, obtener 50 gramos de proteína de un filete de pollo lanza a la atmósfera 2,9 kilos de CO2, ocho veces menos que el producido por la ternera. Pero muy superior a las opciones vegetales: nueve veces más que las lanzadas cuando te comes una ración equivalente de humus de garbanzo, y casi 30 veces más que las nueces.
El planeta lo tiene claro: los alimentos vegetales, como legumbres, cereales y verduras (mejor aún, de temporada) resultan las opciones climáticas más amigables a las que hincarles el diente.
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