Los derechos humanos

La movilización en Argentina impulsa el debate sobre los derechos de las mujeres en Latinoamérica

People walk past a giant green flag, a colour which symbolises the abortion rights movement, hanging from the Congress fence in Buenos Aires, Argentina, August 1, 2018.

Image: REUTERS/Marcos Brindicci

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Los derechos humanos

Tras un debate de más de 12 horas en el Senado argentino, la proposición de ley que despenaliza el aborto finalmente cayó por 38 votos frente a 31.

"Era muy importante lo que pasase este miércoles en Argentina, porque tiene una gran incidencia regional; es lo que pasó cuando se aprobó el matrimonio homosexual", dicen desde Amnistía Internacional.

En América Latina, solo tres países han legalizado el aborto (Cuba, Uruguay y Guyana). En el resto, la legislación es contraria o muy restrictiva.

Contienen la respiración, callan durante unos segundos y llega el resultado. Después de más de 14 horas de vigilia, de esquivar los nervios ahogados que se instalan en el centro del estómago y de mantener las esperanzas a pesar de que las cifras 38 a 31 resonaban ya a comienzos de semana, el no del Senado al proyecto de ley que despenaliza el aborto en Argentina dolió e indignó a partes iguales. Pocas argentinas entienden cómo podría ser su país el faro de la lucha feminista y social en América Latina si a la hora de la verdad es la Cámara más conservadora la que decide el futuro de miles de mujeres.

"Trece años de lucha y exigencia no van a ser frenados por un Senado que le da la espalda a las mujeres y a las personas con capacidad de gestar", protesta con la voz rota Celeste McDougall, integrante de la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto, impulsora del proyecto. "Ellos tendrán en su conciencia todas las muertes que se generen por culpa de los abortos clandestinos durante el tiempo que habrá que esperar hasta que presentemos de nuevo [y ya irán ocho veces] el proyecto ante la Cámara de Diputados". Esta Cámara dio el sí en junio en un día para la historia de Argentina, país que hasta hace pocos años ni siquiera planteaba este debate a nivel parlamentario.

Las pibas empiezan a abandonar la plaza frente al Senado y el Congreso. Pequeños grupos de tres o cuatro mujeres ataviadas con prendas verdes (faldas, pañuelos, camisetas, pajaritas) empiezan a marcharse en medio de la noche. Son más de las tres de la madrugada y, aunque cunde el desánimo y se ha creado un silencio raro, pronto empiezan a tomar aliento de nuevo.

Empiezan unas y les siguen otras. Sin saber muy bien de dónde sacan las fuerzas, están cantando de nuevo: "¡Que sea ley!". "Vamos a seguir en campaña, vamos a seguir luchando. Sabemos que estamos luchando contra poderes enquistados como son la iglesia católica, el machismo y el patriarcado", añade McDougall.

Chile hace un año consiguió que su legislación despenalizase el aborto bajo tres supuestos: inviabilidad fetal, riesgo de muerte para la madre y violación. "Han ganado las mujeres, la democracia y Chile", celebró la entonces presidenta Michelle Bachelet. Sin embargo, lo que alcanzó este país no fue más que la legalización del aborto en tres supuestos, algo muy similar a lo que ya sucede en Colombia, Ecuador, Perú o la propia Argentina (por una ley aprobada en 1921).

Pero esto no es lo que quería Argentina. Las activistas proponían una ley que despenalizase la práctica e incluyese unos plazos para poder abortar de manera libre y segura, en el sistema de salud público.

El pañuelazo argentino tuvo réplicas y seguimiento mucho más allá de sus fronteras. Aunque el día anterior a la votación hubo manifestaciones de apoyo en países tan remotos como Australia o Kurdistán, fueron los países latinoamericanos los que siguieron más de cerca el debate y la decisión final de los senadores.

"Obviamente la lucha continúa. Y desde Amnistía Internacional vemos en primer lugar que ha sucedido algo muy peculiar durante estos meses y es que Argentina ha logrado tener el valor de llevar este tema a debate. Durante muchos meses, la gente se vinculó a todo esto, tanto a favor como en contra. Y esto era algo nunca visto en nuestro país", reconoce Mariela Belski, directora ejecutiva de Amnistía Internacional Argentina.

"Por eso era tan importante lo que pasase este miércoles en Argentina, porque tiene una gran incidencia regional, es lo que pasó cuando se aprobó el matrimonio homosexual", apunta Belski.

Una serie de gobiernos conservadores, el peso de la iglesia que lo impregna todo en América Latina y la formación de grupos antielección dibujaban, hace no tanto, un horizonte en el que hablar de aborto era casi sacrilegio. Pero tras 13 años de lucha por parte de Campaña Nacional y el fortalecimiento global del movimiento feminista, Argentina debe ser la mecha que prenda en todo el continente en favor del derecho a decidir de las mujeres.

Según explican desde Amnistía Internacional, es muy complicado encontrar grandes estudios con las cifras mundiales de muertes relacionadas con abortos clandestinos. Sin embargo, la OMS calcula que cada año se producen 22 millones de abortos no seguros y que cada año mueren 47.000 mujeres por complicaciones derivadas de abortos inseguros. Apuntan también que el 40% de las mujeres en edad de procrear vive en países donde el aborto está prohibido, restringido o es inaccesible.

"¿Quieren saber lo que me hizo cambiar de opinión?", preguntó este miércoles Cristina Fernández de Kirchner en la bancada del Senado argentino. A esto le siguió un pequeño silencio con el que interpelaba a los 38 senadores que ya habían anunciado su rechazo al proyecto. "Fueron las miles y miles de chicas que se volcaron a la calle", se respondió a sí misma, despacio pero firme.

Fernández de Kirchner es una de las legisladoras que ha cambiado de opinión sobre el aborto. Sus gobiernos no impulsaron los proyectos con los que diversas asociaciones llevan más de una década luchando por el derecho a decidir en Argentina. Ella, primero como legisladora y después como presidenta, defendió siempre una posición "por la vida". Su cambio de parecer, como dejó claro en el debate de este miércoles en el Senado, es similar al de muchos argentinos a los que la marea de pañuelos verdes empujó a una reflexión colectiva a través del debate público en los medios de comunicación y en las instituciones.

Una pelea que sigue

"Nosotras parimos, nosotras decidimos"; "Que sea ley"; "Si el papa fuera una mujer, el aborto ya sería ley". Los cánticos siguieron y reconfortaron a las pibas de camino a casa.

"Lo inusitado es cómo los jóvenes tomaron esta causa como una causa propia, decidieron que la despenalización del aborto es su causa y van a seguir luchando. A partir de hoy, es un antes y un después. No existe ningún candidato a ningún puesto político que no sepa que va a tener que hablar de esto", ahonda Belski.

¿Qué hay de la separación entre la iglesia y el estado? Esta quizá sea la siguiente pregunta que se formule la juventud latinoamericana. "En América la iglesia tiene muchísimo poder. Podríamos decir que la iglesia tolera el aborto legal en los países del norte, pero no en los países del sur. Aquí la iglesia hace campaña y trata de no perder más poder", explica Belski. "Pero lo que no ha tenido en cuenta la iglesia es que todo esto ha abierto el debate sobre un estado laico. No me extrañaría que se debata antes este tema que de nuevo el aborto".

Es muy tarde y ha llovido. Toca llegar a casa, quitarse la pintura y la purpurina verde antes de acostarse. Hay murmullos en los salones; en las habitaciones, las madres hablan con sus hijas; las radios y las televisiones ya están dando la noticia. El Senado no ha aprobado la ley del aborto en Argentina. La lucha sigue en toda América Latina.

Image: Amnistía Internacional
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