Lleva un cuaderno encima para ser más creativo

Con la colaboración de Yorokubu
Mar Abad
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A hand holding a looking glass by a lake
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Muchas de las grandes obras de la humanidad han surgido de un puñado de notas. El autor las escribió primero en rayajos, desordenadas, en el impulso de un momento, con más prisa que dedicación. Ahí, en esas hojas, esos cuadernos o esas tarjetas quedan registrados los datos de los que parte un libro, un proyecto, una invención. Ahí va atrapando algunas ideas e impresiones de tantas que aparecen al vuelo; las pocas que escaparán al olvido eterno.

Hay autores, como Gay Talese, que han llegado a erigir su vida en una biblioteca. El mítico periodista tiene archivado todo lo que le ha llamado la atención desde los años 50. Guarda sus notas, las entrevistas que hace, recortes de prensa… Piensa que, por mucho que pase el tiempo, nunca será un «material muerto». Al contrario; permanece como información latente. De esas notas han surgido cientos de artículos, incluso libros, y en cualquier momento las podría volver a utilizar.

Los apuntes dan valor a muchas cosas que uno escucha y que uno ve, según Talese. Y guardarlos no es coleccionar información (eso convertiría los datos en momias inservibles); es documentación («soy un documentalista de lo que hago», dijo a The New Yorker).

Gay Talese, ordenado y elegante hasta el delirio, anota todo lo que le interesa en unas cartulinas recortadas al tamaño exacto para que quepan en el bolsillo interior de sus chaquetas. Al llegar a casa pasa sus notas a un documento digital. Escribe la fecha, el nombre de las personas con las que ha hablado, los datos que ha recogido y las impresiones del momento.

Notas para despertar la creatividad

Apuntar ideas no es solo una disciplina para escritores. Lo han hecho cientos de científicos, inventores y artistas a lo largo de la historia: Leonardo Da Vinci, Erasmo de Rotterdam, Isaac Newton, John Locke, Charles Darwin, Edison, Einstein…

El clásico Creatividad. La psicología del descubrimiento y la invención, de Mihaly Csikszentmihalyi, indica que «la mayoría de las personas creativas escriben un diario, o unas notas, o un registro para hacer de sus experiencias algo más concreto y duradero».

Y recomienda una técnica para empezar: «Anota cada tarde el hecho más sorprendente que te haya ocurrido ese día y lo más extraño que hayas hecho. Esta tarea es muy sencilla y, además, divertida. Al cabo de unos días, relee esos textos y reflexiona sobre esas experiencias pasadas».

«Uno de los modos más certeros de hacer tu vida más rica es conseguir que las experiencias no sean tan fugaces. Así, los acontecimientos más interesantes y memorables no se pierden unas horas después de que hayan ocurrido», continúa. «Escríbelos para que puedas revivirlos y evitar que desaparezcan para siempre. Después de unas semanas, quizá descubras un patrón de intereses que emergen de esas notas y una vez que los hayas descubierto, puedes explorarlos en profundidad».

Una de las recomendaciones habituales para despertar la imaginación es escribir a mano; incluso hacer dibujos y gráficos. El día que en Finlandia anunciaron que en el colegio había que dar más importancia a la mecanografía que a la caligrafía muchos se echaron a temblar. Esa idea, arriesgada a ojos de hoy, puede tener sentido en el país donde nació Nokia, la compañía que puso al mundo entero a teclear con dos dedos. Pero el eco de la noticia hizo saltar una alarma entre los académicos de otros países. Algunos docentes y neurocientíficos contestaron a esa propuesta con estudios que demuestran que escribir a mano ayuda más a pensar y a memorizar datos que teclear en un dispositivo digital.

Una técnica para tomar notas

El escritor Austin Kleon también habla de la utilidad de tomar notas. Pero, sobre todo, de la importancia de revisarlas. Esa relectura supone «un tipo de repaso creativo constante que conduce a nuevas ideas y nueva escritura», indica el autor de Steal Like An Artist. A veces esas ideas que no llegan cuando uno las busca están ya escritas en antiguos cuadernos.

A Kleon le fascina un método que aprendió del escritor estadounidense Robert Green. Al leer un libro, hace anotaciones. Al acabarlo, lo deja un tiempo sin volver a mirarlo. A la semana lo toma de nuevo y pasa los apuntes a unas tarjetas. Esas tarjetas irán a su cajón correspondiente en función del tema que trate y así, con el tiempo, en cada caja habrá suficiente información para plantearse emprender un proyecto o escribir un libro.

Kleon describe también el método que usa David Sedaris para organizar información y convertirla en los libros que publica después. Este sistema consiste en «anotar cosas durante el día y desarrollarlas a la mañana siguiente». Y lo resume en estos cinco pasos:

1. Sedaris siempre lleva un cuaderno pequeño y anota lo que le parece interesante, original, extraño, notorio, distinto, gracioso. «Todo el mundo tiene ojo para algo. La única diferencia es que yo llevo un cuaderno en el bolsillo. Escribo todo y eso me ayuda a recordarlo», cuenta este autor en su ensayo Day In, Day Out.

2. A la mañana siguiente, lee lo que anotó y lo pasa a un documento digital en su ordenador. Antes también escribía en manteles y blocks de dibujo; ahí dibujaba y hacía collages. Y después relaboraba sus notas en una máquina de escribir.

3. Imprime sus textos y los convierte en un volumen con una portada. En el libro que ha publicado con una selección de las imágenes y los textos de sus diarios de los últimos años, Visual Compendium, señala: «Lo habitual es que forme cuatro volúmenes al año. Así a los 59 años, tengo 153; y en el momento que tenga la edad de mi padre (tendría que vivir 93 años), tendré 289».

Aparte de este diario, Sedaris usa un block donde solo guarda las notas que piensa que podrían serles útiles algún día. Austin Kleon selecciona esta como ejemplo:

Volumen 128, 1/23: Me dice la vendedora que el abrigo que me estoy probando es impermeable «si solo llueve un poco».

Sedaris dice que en las notas que toma durante tres meses puede encontrar unas 50 ideas que merecen la pena retomar y unas seis que, con un poco de trabajo, «se podrían leer en voz alta».

4. Después convierte en textos las ideas que ha seleccionado y los lee ante un grupo de personas para ver su reacción. Toma notas y graba las impresiones de la audiencia en cada parte de la lectura. Si se ríen, marca un tic (√); si se quedan en silencio, dibuja una calavera ().

5. Y entonces rescribe las historias con lo que ha aprendido de las reacciones del público.

Austin Kleon sigue su método hasta el paso de la lectura en público. Ahí se detiene y, en vez de leerlos, los publica en su blog en Medium: «Este es el lugar donde hago públicos mis pensamientos privados. Veo las reacciones, si se producen, y aprovecho lo aprendido para mi trabajo».

Tomar notas y tener buenos archivadores le ha servido al periodista y escritor Sergio Parra para escribir 25 libros, trabajar como editor de Xataka Ciencia y colaborar con más de una decena de publicaciones. «Mi filosofía es no dar puntada sin hilo. Todo lo que leo, veo o experimento puede ser objeto de interés para un futuro reportaje o un libro. Así que guardo todo aquello que no quiero olvidar en diferentes departamentos», explica.

«A veces uso herramientas como Evernote, pero casi todo lo que tengo es todavía analógico, fruto de muchos años de lecturas. Básicamente, toda la información que me interesa almacenar la clasifico en tres grandes grupos que han ido creándose poco a poco, después de 25 años de trabajo». Son estos:

1. Escibles. «Datos random, frases brillantes, reflexiones sucintas, fragmentos de libros o películas que por alguna razón me gusta cómo suenan o cómo están escritos. Todo esto está escrito a mano en cuadernos. Por el momento, tengo más de diez escritos a dos caras. De aquí saco inspiración cuando tengo el cerebro lento. Si no sé expresar un pensamiento cualquiera, una lectura de cinco minutos de estos cuadernos no solo me permite encontrar alguna fórmula o aforismo interesante, sino que me permite encontrar el tono y la cadencia a la hora de escribir».

2. Proyectos en fase de desarrollo. «Distintos cajones en los que guardo documentación para futuros proyectos de libros o reportajes extensos. Lo normal es que siempre tenga unos 10 libros en proyecto, lo que me permite obtener más documentación esporádica de lecturas random. Cuando uno de los cajones ya está muy lleno, es hora de sacarlo todo, organizarlo y ponerme a escribir lo que falta. Una vez hecho todo eso, ponerme a escribir el libro es solo cuestión de dos o tres meses. Naturalmente, también tengo un cajón solo para ideas sin desarrollar».

3. Grandes Temas. «Una colección de carpesanos en los que guardo documentación que pueden clasificarse 38 temas que considero los Grandes Temas. Son áreas temáticas amplias, y de ellas puede emanar cualquier ayuda para complementar algún reportaje, proyecto, charla, programa de radio, asesoría, etc. Algunos de los temas son: lenguaje, amor, belleza, medio ambiente, felicidad, ciencia, arte, moda, sexo, bioética, libertad, religión o educación».

Archivo de Sergio Parra

Parra, un maestro de la documentación, ha echado la vista atrás en la historia y ha encontrado que el hábito de llevar un cuaderno de notas encima viene de hace muchos siglos. Ya lo recomendaba Séneca. El filósofo aconsejaba usar una libreta para apuntar lo que fuera digno de quedar por escrito y que, además, debía organizarse por temas.

Muchos siglos después se ha dicho que este hábito favorece la creatividad y que ayuda a ser más productivo, pero lo que ya sabía el griego, quizá lo más importante, es que anotar, escribir lo que se está viendo o escuchando, ayuda a que la memoria lo retenga. Lo sabía el filósofo en el año 4 antes de Cristo y, por el momento, no es fácil de desmentir.

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