África

Los retos de Ghana tras las elecciones generales. ¿Qué hará que el país salga a flote?

Ghana's new President Nana Akufo-Addo inspects a military parade after the swearing in ceremony at Independence Square in Accra, Ghana  January 7, 2017. REUTERS/Luc Gnago - RTX2YH6V

Image: REUTERS/Luc Gnago

Juan María Martín Castrillón
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El pasado 7 de enero el candidato opositor del Nuevo Partido Patriótico (NPP), Nana Akufo-Addo, fue investido como nuevo presidente de Ghana. La ceremonia tuvo lugar justo un mes después de que, en un clima predominantemente tranquilo pero con algún episodio esporádico de violencia, 10,7 de los casi 16 millones de ghaneses que estaban llamados a ejercer su derecho al voto, lo hicieran.

El oficialista John Dramani Mahama, que accedió a la presidencia del país en 2012 tras la repentina muerte de John Atta Mills, era el candidato del Congreso Democrático Nacional (NDC por sus siglas en inglés). Tras 8 años de gobierno del NDC, el ganador, que había sido derrotado en 2012 y 2008 por estos dos contrincantes respectivamente, ha conseguido esta vez una victoria sin paliativos (53,8% de los votos contra el 44,4% de su rival). Debido a este imperante bipartidismo, que ha dejado una vez más sin opciones reales al resto de candidatos, se ha vuelto a prescindir de una hipotética segunda vuelta.

Más que las diferencias tribales o religiosas (el 71,2% de la población profesa el cristianismo y el 17,2% el islamismo) ha sido la delicada situación económica en la que se ha visto sumido recientemente este país de alrededor de 28 millones de habitantes, lo que le ha pasado factura al Gobierno saliente. La corrupción no ha jugado un papel decisivo y aunque el estamento judicial se ha visto salpicado por algún escándalo los índices de Transparencia Internacional indican que si bien la percepción ha empeorado 4 puntos desde 2015, ésta todavía se mantiene en niveles aceptables y aún más si tenemos en cuenta el continente al que nos referimos.

También conocida como “África para principiantes” esta antigua colonia británica es considerada, desde que en 1992 dejara atrás el régimen militar y volviera al multipartidismo, un ejemplo de democracia, libertad, estabilidad y paz (donde el terror de Boko Haram no ha llegado) en la región. Estos méritos se le pueden atribuir, en parte, a su histórica sólida salud económica basada ahora en el oro, el cacao y el petróleo, al impulso que le dio el difunto Mills y a que ha prevalecido entre sus sucesores el ejemplo del carismático ex presidente Rawlings, militar que implantó la democracia tras dar dos golpes de Estado y regir una década como dictador.

Desde entonces las transiciones de poder son pacíficas. Aunque un traspaso de poderes similar hubiera sido aún más necesario en la vecina Gambia. Allí, solo tras la severa intervención de la Comunidad Económica de Estados de África Occidental, CEDEAO, –con tropas senegalesas desplegadas a escasos kilómetros de Banjul- el ya exiliado ex presidente Jammeh, ha acatado el veredicto de su pueblo en los comicios celebrados el pasado 1 de diciembre. La expectación internacional de los acontecimientos ha sido inusitada.

Mientras, en Accra, la capital de Ghana, el nuevo mandatario liberal, septuagenario ex ministro de Justicia y de exteriores, se ha comprometido a potenciar el crecimiento y a crear puestos de trabajo a través del desarrollo industrial. Además ha ofrecido reducir el impuesto de sociedades para fomentar las pymes, revisar el seguro social para garantizar un futuro digno a los pensionistas, así como a poner en marcha la aprobación de una ley de responsabilidad fiscal que aborde el actual nivel de deuda pública.

Y es que, a pesar de los multimillonarios préstamos concedidos en los dos últimos años por el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial, 2016 se ha caracterizado por ser el año en el que menos ha crecido el PIB (3,34% según el FMI) en las dos últimas décadas y media. Ello, unido a una tasa de inflación anual por encima del 17% y a una alarmante escalada de los precios de los servicios públicos, hizo salir el año pasado a trabajadores indignados a protestar en la calle.

Según el jefe de la Misión del FMI para Ghana, Joël Toujas-Bernaté, la economía se ha visto perjudicada por la caída internacional de los precios de los productos que más exportan (los anteriormente mencionados: oro, petróleo y cacao). Añade que la crisis se origina en 2012 y sus causas radican en varios factores. Por ejemplo, ese año el déficit fiscal se triplicó debido a que el Gobierno incrementó de manera sustancial los salarios de los funcionarios, aumentó el gasto público e hizo una proyección de ingresos demasiado optimista que no se materializó. Más tarde una política monetaria acomodaticia desembocó en que en tan solo dos años el cedi, la moneda local, se depreciara un 60% y la inflación se disparase. Además, el marco institucional de finanzas públicas dificultó los ajustes y las exenciones a los ingresos fueron generalizadas.

Propuestas para resolver tal tesitura no faltan y el mismo Toujas-Bernaté apuesta por la estabilidad macroeconómica a través de la consolidación fiscal y una política monetaria que disminuya la inflación y estabilice la moneda. Desde el Banco Mundial indican que la recuperación económica a medio plazo pasa tanto por el éxito y aprovechamiento de proyectos de extracción de petróleo -cuyo descubrimiento data de 2007- y de gas –el proyecto Sanfoka – así como también por la consolidación fiscal, vital para el progreso económico y la disminución de la pobreza. La tecnificación de la cosecha de cacao, del que es segundo productor mundial tras Costa de Marfil, y la seguridad en el suministro de electricidad (nunca se ha podido garantizar un servicio sin cortes) son otros factores que posibilitarán la prosperidad.

Seria también favorable que en lo relativo al negocio del metal dorado, del que es segundo productor en África, se pusiese fin a las enormes ventajas fiscales de las multinacionales que limitan los beneficios y lastran su desarrollo. El problema es que aún no existe la suficiente presión ciudadana y de las comunidades para que el Gobierno ceda a estas pretensiones. El reto, pues, consiste en asegurar que la riqueza generada por estas industrias recaiga sobre todos los ghaneses y no solo sobre las empresas extranjeras y las élites del país.

Pero hay otra causas endémicas a las que deberá prestar atención el nuevo presidente: como que el 45% de la población vive con menos de 1,25 dólares al día (conforme a datos del Programa Mundial de Alimentos de 2015) o a la histórica brecha de desigualdad entre el sur, más opulento e industrial, y el norte, empobrecido y rural, donde se padece de malnutrición y de inseguridad alimenticia y más del 60% de sus comunidades viven bajo el umbral de la pobreza. El motivo por el que esta diferencia no se acorta tiene que ver con que el 70% de la población vive en áreas rurales y depende de la agricultura y con que la rápida urbanización está empezando a agravar los problemas de los recursos rurales débiles y la insuficiente capacidad urbana.

Y es que la buena fama económica tiene su truco, ya que, aunque es cierto que el primero de los Objetivos del Milenio de Naciones Unidas (reducción a la mitad del nivel de pobreza) se ha cumplido, también lo es que la riqueza se concentra en el sur donde se aglutinan las industrias y los trabajos especializados. Esto da lugar a una estratificación de la sociedad donde la clase alta se enriquece en demasía, la media (mayoría) se estanca y la baja queda en el olvido. Esta realidad se refleja en los datos de 2015 del Servicio Estadístico de Ghana de donde se desprende que el sector terciario (el de servicios) es el que más aporta al PIB (53,3%) mientras que el secundario (donde se hayan la explotación del metal dorado y del oro negro) contribuye con el 26,6% (más de la mitad en construcción) siendo la agricultura el sector que menos lo hace (20,2%) desde 2011. Paradójicamente, el subsector dominante es el cultivo (15,7% del PIB), donde se halla el cacao, y es la agricultura el sector que emplea a un mayor número de trabajadores locales. Aún así la mayoría de los granjeros, que residen en el norte del país, no tienen acceso a las mismas infraestructura y servicios que sus urbanos compatriotas sureños. Asimismo, la falta de derechos sobre la propiedad de la tierra socava la capacidad de los pequeños agricultores a la hora de invertir en avances, por lo que a menos que se tomen medidas dignas y necesarias, las penurias económicas seguirán azotando este enclave del África subsahariana.

No obstante, la erradicación de la pobreza se puede también alcanzar mediante el control del crecimiento poblacional. Se estima que el 36,5% de los habitantes tienen menos de 15 años y el 60% entre 15 y 64 lo cual representa una gran cantidad de personas dependiendo de inversiones en educación, salud y empleo (el desempleo y el subempleo son motivos de preocupación entre jóvenes y adultos).

Al final, lo que hará a Ghana salir a flote es una estrategia política enfocada en el aspecto humano. Algo que se puede lograr adoptando decisiones que faciliten el acceso y la evolución en la calidad de la educación y la salud, impulsando con microcréditos la agricultura y la mediana y pequeña empresa a la vez que implementando políticas de inclusión de la mujer. Estas medidas contribuirán igualmente a la consecución del resto de los Objetivos del Milenio de Naciones Unidas.

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Victoria Masterson

21 de noviembre de 2023

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