La tasa Libor desatascada

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El escándalo de la tasa Libor del año pasado fue un shock para el cuerpo político en Londres. A pesar de todo lo que había pasado anteriormente, el público y sus representantes se sorprendieron al saber que los banqueros, con el fin de obtener beneficios personales, habían socavado sistemáticamente las bases de un punto de referencia en el mercado mundial – un punto de referencia que además de todo lo que representa incluye el nombre de Londres en su denominativo en inglés. El Ministro de Hacienda británico, George Osborne, se vio obligado a poner en marcha una investigación parlamentaria. El 19 de junio, después de un año de trabajo, la Comisión Parlamentaria sobre Estándares Bancarios finalmente presentó sus resultados, este hecho metafóricamente se puede describir indicando que dicha Comisión puso un gran huevo (a large egg).

Sin duda, los banqueros consideran estos resultados como lo que en Inglaterra nos gusta llamar un “huevo de cura” (se dice que cuando se preguntó a un joven clérigo, a quien su obispo le había servido un huevo podrido si el huevo era de su agrado, respondió que el huevo tenía “partes buenas”). Los banqueros se atragantarán con la recomendación de la Comisión sobre la creación de un nuevo delito penal que castiga la conducta imprudente que lleva a rescates de la banca con fondos de los contribuyentes, delito que se vería reforzado por un nuevo régimen sobre “personas sénior” que atribuiría todas las funciones bancarias a una persona específica, quien a su vez sería considerado personalmente responsable si las cosas van mal.

La Comisión sostiene que “los principales banqueros esquivaron la responsabilidad por fallas que ocurrieron mientras ellos estaban a cargo, alegando ignorancia o escondiéndose detrás de la toma de decisiones colectivas”. Los miembros de la Comisión procuran que esto nunca más se vuelva a repetir. Si los miembros se la Comisión consiguen lo que quieren, comportarse imprudentemente con los activos bancarios llevará a una pena de prisión, sin que exista una tarjeta al estilo del juego de mesa “Monopolio” que diga que estos banqueros pueden “salir libre de la cárcel”.

Ya puedo escuchar a los abogados afilando sus lápices: el delito debe definirse con la suficiente especificidad como para resistir una impugnación basada en los derechos humanos. Sin embargo, en caso de aplicarse el régimen propuesto por la Comisión, no cabe duda que será más estricto que los regímenes que ahora se tienen a disposición en Nueva York y en otros centros bancarios. Asimismo, los parlamentarios británicos se muestran notablemente más impacientes con lo que ellos consideran el ritmo glacial de cambio de las regulaciones a nivel mundial, ellos quieren que se tomen acciones ahora.

Si el Reino Unido realmente procede de esta manera unilateral, ¿cuáles serían las consecuencias para el sector bancario de Londres? ¿Recibirían un impulso competitivo los centros bancarios en Nueva York, Frankfurt, o incluso París si los banqueros internacionales huyen de la ciudad de Londres, alarmados ante la perspectiva de pasar tiempo tras las rejas si sus operaciones de derivados se desmoronan nuevamente

Los miembros de la Comisión ofrecen dos respuestas a dichas preguntas, mismas que son algo contradictorias entre sí. La primera indica que, francamente, no les importa. “No se debe tomar en cuenta el riesgo de un éxodo”, dice la Comisión, señalando que las ventajas de ser un centro financiero mundial se han visto acompañadas por graves riesgos que afectan a la economía nacional. A diferencia de Estados Unidos, donde el sector financiero representa una menor proporción del PIB, la economía del Reino Unido aún no ha recuperado la producción perdida durante la época posterior a la Gran Recesión del año 2008, debido a la continua reducción de personal en el sector bancario.

Los miembros de la Comisión reconocen que la pérdida del estatus de Londres como centro financiero mundial sería costosa en términos de empleo y producción, por lo que desarrollaron una segunda línea de argumentación. Cuando esta Comisión expresa su opinión sobre la igualdad de condiciones en las finanzas internacionales dice que, “no hay nada inherentemente óptimo” acera de dichas condiciones. En la opinión de la Comisión, los intentos de desarrollar un mercado financiero único europeo han obligado a los países a responder a las deficiencias reveladas por la crisis del año 2008 a la velocidad del “barco más lento en el convoy marino”.

Por el contrario, según la Comisión, “puede haber grandes beneficios para el Reino Unido en su calidad de centro financiero si se demuestra que este centro sí puede establecer y adherirse a normas significativamente superiores al mínimo internacional”. Además del nuevo y estricto régimen de responsabilidad personal, la Comisión complementaría las normas de Basilea sobre el capital de los bancos con un ratio de apalancamiento más exigente.

El gobierno británico, preocupado por encontrar formas para estimular el crecimiento debido a que se acerca la próxima contienda electoral, con seguridad pensará mucho antes de hacer cualquier cambio que pudiese conducir los negocios hacia fuera del país. Pero el gobierno está atrapado entre la espada y la pared, ya que está cercado por un parlamento dispuesto a realizar reformas, que tiene un fuerte respaldo tanto de una prensa hostil con los bancos como de la opinión pública, y por las directivas de la UE que piden se ponga en práctica un régimen más estricto.

Por lo tanto, ¿está la Comisión en lo correcto al indicar que el gobierno debe actuar con rapidez con relación a las reformas y no tomar en cuenta las consecuencias?

La evidencia que uno puede encontrar en los estudios internacionales sugiere que los cambios normativos implementados hasta ahora no hicieron huir a los banqueros. Londres ya ha implementado un enfoque que es más estricto que el de la mayoría de los otros centros financieros. En la actualidad los reguladores son perceptiblemente más exigentes y más intrusivos que sus contrapartes en Nueva York. A los banqueros no les gusta esto, pero aún no han partido hacia otros lugares que sean más de su agrado.

Tampoco indican que lo harán. De hecho, el último índice Z-Yen de los centros financieros mundiales (Z-Yen index of global financial centers) mostró que Londres mantenía su posición en el primer lugar – y con un margen sin cambios con relación a Nueva York. Los centros asiáticos están ganando terreno, como es de esperar, pero difícilmente son competidores directos para los negocios que pudiesen llevarse a cabo en Londres. Los centros financieros de Frankfurt y París, los competidores europeos más plausibles, están languideciendo en la décima y la veintiseisava posición, respectivamente.

Las agencias de calificación y los accionistas se ponen nerviosos cuando se enteran de que un entorno regulatorio más estricto no es necesariamente una desventaja. Sin embargo, un régimen en el que la responsabilidad personal afecta fuertemente a las personas dentro de una jurisdicción hará reflexionar a los banqueros, sobre todo en el caso de los bancos mundiales que tienen complejos sistemas matriciales de gestión que permiten que los jefes de productos financieros se desplacen a otros lugares.

Los legisladores británicos deberán comprobar que cualquier nuevo régimen encarcele a las personas correctas, en la manera correcta. Independientemente de cuan atractiva políticamente sea la idea de poner tras las rejas a banqueros sin escrúpulos, en la práctica es probable que ponerlos allí continúe siendo un gran desafío.

Las opiniones expresadas aquí son las del autor y no necesariamente las del Foro Económico Mundial. Publicado en colaboración con Project Syndicate.

Autor: Howard Davies, quien fue presidente de la Autoridad Británica de Servicios Financieros, subgobernador del Banco de Inglaterra y director de la London School of Economics, es profesor en el Instituto de Estudios Políticos de París (Sciences Po.)

 Imagen: Reuters/Luke MacGregor

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